Esta historia empieza cuando un joven ambicioso roba el conocimiento de una planta sagrada. Pronto sucumbirá a las oscuras tentaciones del poder y, al hacerlo, desencadenará años de sufrimiento para la humanidad. A medida que su poder aumenta, un grupo de héroes de diferentes culturas y procedencias intentarán detener el mal a cualquier precio.
En unos tiempos digitales, donde las técnicas clásicas cada vez son más difíciles de encontrar, los directores Philip Gelatt y Moran Galen King resucitan la rotoscopia en ‘La noche del fin de los tiempos’, una fábula repleta de violencia, sangre y gore que evoca tiempos pasados, los tiempos de ‘Hielo y Fuego’, ‘Heavy Metal’ o el rocambolesco y único ‘Señor de los Anillos’ del maestro Bakshi.
Absolutamente ochentera en todos sus aspectos, esta joyita de la animación es solo para adultos, que verán asegurada la diversión mientras se pierden en los paisajes de una Tierra destrozada por los delirios de poder y la ambición desmedida, que conllevan, siempre, la corrupción del cuerpo y el alma.
‘La noche del fin de los tiempos’ es el cuento eterno del bien contra el mal, de las reacciones intolerantes y desmedidas contra lo que no entendemos o tememos, y la constatación fotograma a fotograma del dicho más cierto de todos: el poder corrompe.
No es para todos los gustos, y el exceso de vísceras y lo conservador de la propuesta tirará para atrás a más de un espectador acostumbrado a la animación preciosista y cuqui.
Pero el mero hecho de aproximarse a la realidad animal de los seres humanos en su peor versión, y contarla sin tapujos y con técnicas que conllevan muchísimo esfuerzo y en su día fueron el paradigma de la tecnología punta, ‘La noche del fin de los tiempos’ y sus siete años de realización valen, muchísimo, la pena.
Lo mejor: la vuelta al cine de animación violento.
Lo peor: algunos personajes excesivamente desdibujados.