Décimo largo de ficción del director mallorquín Agustí Villaronga. El cineasta concibió este proyecto como un montaje teatral, pero la pandemia obligó a cambiar de planes: “Surgió la idea de hacer una película a caballo entre cine y teatro, a través del texto de Baricco, como una manera de reinventarnos ante la dificultad”.
“El vientre del mar” recrea como el ser humano se enfrenta al conflicto.
De vez en cuando irrumpe en la cartelera una película realmente singular.
De esas que no puedes dejar de mirar, de empaparte de sus imágenes y envolverte en su discurso.
‘El vientre del mar’ es una de esas películas.
Su efectiva mezcla de cine y teatro, el poderío interpretativo de un elenco desnudo y entregado y el tremendo impacto del texto y las imágenes, hacen de la décima cinta de Agustí Villaronga un regalo para el espectador.
Un regalo duro, implacable, que nos pone un espejo delante y nos enfrenta a nuestro lado más oscuro. Ese que despierta en situaciones imposibles, de vida o muerte, y nos obliga a cuestionarnos todo en lo que creíamos, o creíamos creer.
Con claras referencias a impactantes películas recientes, como ‘El Faro’ de Robert Eggers, Villaronga desgrana aquí la sucesión de errores, estupideces, maldades y reacciones viscerales de las que somos plenamente capaces de realizar y justificar si es necesario, cuando nuestra mera supervivencia está en juego.
Todos somos razonables y enarbolamos nuestra moralidad y valores siempre y cuando la barriga esté llena y un techo repose sobre nuestras cabezas. Pero en situaciones imposibles, solo unos pocos (los mejores) conservan lo que les hace humanos, animales racionales que les diferencian del resto.
Hay muchos mensajes y discursos en esta notable película: la lucha de clases, el problema migratorio, la desigualdad, las consecuencias de sentir miedo, los prejuicios y recelos pero, también, el poder del amor, la amistad y el entendimiento.
Todo espectador que quiera vivir una experiencia cinematográfica distinta, elegante y relevante, debería acercarse a ‘El vientre del mar’.
Lo mejor: el poder de sus intensas imágenes.
Lo peor: no tener más a menudo propuestas similares en cartelera.