El profesor Albus Dumbledore (Jude Law) sabe que el poderoso mago oscuro Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen) está haciendo planes para apoderarse del mundo mágico. Incapaz de detenerlo él solo, confía en el Magizoólogo Newt Scamander (Eddie Redmayne) para dirigir un intrépido equipo de magos, brujas y un valiente panadero Muggle en una misión peligrosa, donde se encuentran con antiguos y nuevos animales y se enfrentan a una legión cada vez más numerosa de seguidores de Grindelwald. Hay mucho en juego así que nos preguntamos hasta cuándo podrá permanecer Dumbledore al margen.
Una saga tan taquillera e influyente como Harry Potter y su mundo mágico, pide a gritos (si pudiera elegir, igual rogaba que la dejaran tranquila) que la expriman.
Su polémica creadora, J.K. Rowling sigue por la labor (junto a su infatigable colaborador y habitual Potteriano Steve Kloves), de firmar guiones, demostrando que su territorio natural (donde claramente ha brillado y sentado un antes y un después en la moderna literatura juvenil fantástica de masas) se encuentra en las novelas.
‘Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore’, mejora en todo a ‘Los crímenes de Grindelwald’, apoyada en el carisma de Jude Law y Mads Mikkelsen, la portentosa banda sonora (una vez más) de James Newton Howard y menos confusión argumental que la anterior entrega.
¿Significa que estamos ante una gran película, que recupere la magia de Hogwarts? Muy a nuestro pesar, la respuesta es NO.
El director David Yates y todo el think thank de escritores, siguen en piloto automático.
Sin duda conocen de punta a cabo cómo funciona el juguete, pero no innovan absolutamente nada, más allá de las excelencias del diseño de producción y la competencia indiscutible de ilustradores, diseñadores y demás componentes del entramado artístico y técnico.
‘Los secretos de Dumbledore’ es una presunta aventura de un equipo de magos (donde el también presunto protagonista de todo esto,Newt Scamander, cada vez pinta menos) y un Muggle pastelero (Dan Fogler, el único al que le permiten sacar algo de humor y sincera humanidad al absurdo general) para salvar el mundo mágico de los tejemanejes de Grindelwald y su plan de marca Acme donde casi todo pasa porque sí, o de formas que podrían resolverse sin tantas vainas..
La oscuridad generalizada no ayuda cuando visitamos paisajes tan impactantes (o que deberían serlo, aún a golpe de CGI) como el reino budista de Bután, Hogwarts, Berlín y el nacimiento general de una nueva era de amor, unión y amistad entre Magos y Muggles.
Tampoco ayuda (qué manía tienen las grandes superproducciones de alargarlo todo) el desmedido metraje, al que le sobra fácilmente una hora de almibaradas escenas de culebrón de sobremesa, que lastran la acción.
Al final, la experiencia es agridulce: la recompensa nostálgica de volver a ver a los de Slytherin fastidiando a un Muggle; los guiños y detalles diseminados por todo el metraje; un montaje menos atropellado y una mejoría generalizada en el dibujo de personajes, no bastan para aceptar esta obra que (casi siempre) no aburre, pero tampoco perdura ni deja nada para el recuerdo del fan del fantástico no militante.
Una película que impregna la permanente sensación de que aquí, sobre todo, se está explotando el Fénix de los huevos de oro.
Si la taquilla responde, nos esperan dos entregas más. Esperemos que los capitanes y capitanas de este barco, tracen rumbos con mejores destinos.
Lo mejor: después de ‘Los Crímenes de Grindelwald’, supone un alivio no ir a peor.
Lo peor: no poder decir nada mejor que lo de arriba.