Tercer largometraje del director Antoine Barraud («Les gouffres»), la película relata la vida de Judith (Virginie Efira), una mujer que lleva una doble vida a caballo entre Francia y Suiza. Junto a Abdel (Quim Gutiérrez) cría a su hija en común, mientras que con Melvil (Bruno Salomone) tiene dos hijos algo mayores. Poco a poco, el frágil equilibrio de mentiras, secretos, idas y venidas empieza a resquebrajarse ante lo que Judith opta por una huída hacia adelante.
¿Cuánto está dispuesto a sufrir el ser humano, para ser feliz?.
Es tremendamente raro en el Cine encontrar una película donde es la mujer quien lleva una doble vida.
Y, cuando la encontramos, toma derroteros difíciles de explicar y entender, convirtiendo una debacle emocional en puro morbo.
Felizmente, Antoine Barraud no sigue ese camino en la estupenda ‘Madeleine Collins’, un drama retorcido y sofisticado, que se toma su tiempo en dibujar a los protagonistas y sus motivaciones, evitando tomar partido para que sea el espectador el que lo haga.
El excelente trabajo actoral de Virginie Efira (dueña y señora de la función) y Quim Guitiérrez, sirve de escaparate para esta historia que pone de manifiesto lo imposible que es conciliar dos vidas paralelas sin que el sufrimiento sea el protagonista.
El sufrimiento de Judith, en primer lugar, persiguiendo un ideal imposible, y de todo el entorno que la rodea, condenado a romperse ante el implacable ataque de un torbellino de mentiras, anhelos, psicosis, falta de sinceridad y falsa comodidad.
Otra incómoda joya sobre lo dura, difícil y contradictoria que puede ser la vida.
Lo mejor: las excelentes interpretaciones.
Lo peor: algunas decisiones de montaje resultan confusas para el devenir de la historia.
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