Cuatro años después de la destrucción de Isla Nublar, los dinosaurios ahora conviven -y cazan- con los seres humanos en todo el mundo. Este frágil equilibrio remodelará el futuro y determinará, de una vez por todas, si los seres humanos seguirán en la cúspide de los depredadores en un planeta que comparten con los animales más temibles de la creación.
Últimamente, muchos parecen haberse olvidado de que el Cine, también, entretiene.
Han olvidado que en la gran pantalla, muy a menudo, ocurren cosas imposibles, inverosímiles, que no son de este mundo.
El Séptimo, como cualquier otro Arte, se permite de tanto en tanto desbocarse y abrazar la más pura y dura diversión, aunque para ello tenga que instalarse en el absurdo.
‘Jurassic World: Dominion’, cierra tres décadas de historia de la franquicia, y lo hace mirando a las nuevas películas y, sobre todo, a la mítica, única e irrepetible ‘Jurassic Park’, que copia sistemáticamente minuto tras minuto, recreando prácticamente todos los momentazos de la película.
Trayendo de vuelta para la traca final, cómo no, al trío protagonista original, donde Jeff Goldblum aporta el humor del doctor Malcolm, Laura Dern esa presencia absoluta en pantalla y Sam Neill décadas y décadas de actuaciones memorables. Un trío que ha envejecido a las mil maravillas y roba los planos a todo el reparto, excepto a la siempre entregada Bryce Dallas Howard, que le pone el corazón que le falta al muequitas mecánico Chris Pratt.
La de Colin Trevorrow es una trepidante aventura de impresionante acabado visual, otra gran banda sonora de Michael Giacchino y abundantes localizaciones (si Bayona coqueteó con el terror de Casa victoriana en Evolution, Trevorrow abraza aquí las sagas de Bond, Bourne y el Agente Hunt) que cualquier espectador capaz de vivir la experiencia de disfrutarla sin más, verá satisfechas sus expectativas, y la olvidará nada más salir.
Apenas hay momentos de respiro y es lo suficientemente enérgica como para mantenerte pegado a la butaca y que sus dos horas y (casi) media de metraje se pasen en un suspiro.
Por desgracia, el que se empeñe en analizarla (algo totalmente legítimo, porque que sea un Blockbuster no está reñido con la mínima coherencia), saldrá espantado, pues ésta es una película sin libreto, más allá de ir juntando situaciones que nos lleven a repetir escenas míticas una y otra vez.
La magia, dedicación del director (no de las áreas técnicas, que son brillantes) y corazón de la original se ha perdido, y aparte del grueso alegato ecologista, tenemos tres villanos de vertedero (especialmente lamentable el papel de Campbell Scott, en el enésimo trasunto del pobre Steve Jobs, que ha pasado de mito a meme) con pintas imposibles que, además de no aportar nada tienen ridículos hasta los nombres; los dos compañeros de Claire que vimos en Evolution aparecen fugazmente, y la suerte que corre el personaje del pobre Justice Smith, es de traca.
Por último, esa aguerrida piloto de avión desvencijado que se une al equipo, es como el MPC parlante de un videojuego, que sirve de excusa para que pasen cosas o el héroe de turno se luzca.
Si ‘Jurassic Park’ fue un peliculón y ‘Jurassic World’ entretuvo por clonación de la primera, ‘Jurassic World: Dominion’ es como si la Hamburguesería te diera barra libre a toda la franquicia, para que el espectador militante se empache sin más.
Por suerte, todas tienen una cosa en común: su capacidad de divertir de lo lindo. En el caso de ‘Jurassic Park’, sin apagar las neuronas.
En las otras dos, y sobre todo en la última, con la necesidad imperante de hacerlo, abrazar el niño que llevamos dentro, relajarnos y disfrutar del último (por el momento) viaje Jurásico.
Lo mejor: es muy divertida.
Lo peor: requiere un apagado neuronal completo.