Ambientada más de una década después de los acontecimientos de la primera película, ‘Avatar: The Way of Water’ empieza contando la historia de la familia Sully (Jake, Neytiri y sus hijos), los problemas que los persiguen, lo que tienen que hacer para mantenerse a salvo, las batallas que libran para seguir con vida y las tragedias que sufren. Secuela del éxito de taquilla Avatar (2009).
Cuando ‘Avatar’ reventó la taquilla en el 2009, muchos pensamos que los efectos digitales habían tocado techo, y que la recreación de Pandora y sus habitantes era insuperable.
Trece años después, con la Industria digital sumida en el exceso de proyectos, y miles de películas (series, no tanto) afectadas por lo que parece ser un retroceso visual pronunciado (no hay más que ver los efectos del primer Iron Man frente a los de Thor: Love & Thunder, para darse cuenta de ello), James Cameron pega un tremendo puñetazo sobre la mesa con ‘Avatar: el sentido del agua’.
Apoyado por los genios de Weta Digital, la insigne compañía fundada por Peter Jackson que ha plantado cara (y superado, a tenor de los resultados) a la mítica ILM de George Lucas, Cameron entrega tres horas de virtuosismo digital, donde Pandora explota los sentidos del espectador con un 3d, además, más que justificado y que sin duda suma puntos a la experiencia.
Las imágenes son tan nítidas, realistas, cuidadas, fluidas y complejas que es imposible no quedarse maravillado, sorprendido y apabullado como ya ocurrió con su predecesora.
Hablamos del nivel de maravilla que logró Spielberg con ‘Jurassic Park’.
Estamos de nuevo ante un alegato ecologista, en contra de la Colonización y explotación de recursos desmedida. ,
Una película Patriota (en el peor y mejor de los sentidos), Tribal y, esta vez, algo más humana y familiar.
Cameron busca aliados en la escritura del guion, convirtiendo su película en una interconexión de lazos familiares, comunales y Planetarios y dándole una pizca del alma de la que la primera carecía.
En todos los aspectos técnicos, ‘Avatar: el sentido del agua’, es una Obra Maestra. Con todas las letras. Sin parangón ni competidores.
Una película que agasaja al espectador y le hace recordar por qué se inventaron y existen, entre otras razones, las Salas de Cine y la experiencia de experimentar la magia de la Gran Pantalla.
Pero, todo lo demás: Sully y su familia que siempre permanece unida, los nuevos personajes que se unen a la fiesta; esos malvados Marines que ya hemos visto mil veces, y el homenaje que James Cameron se hace a sí mismo, es probable que lo olvidemos muy pronto.
Hasta el punto de llegar al mismo punto que con la primera entrega: recordar mil imágenes, pero absolutamente nada de las andanzas de los personajes.
Lo mejor: de nuevo, llega a lo más alto del virtuosismo digital y hace más fuerte a la Industria.
Lo peor: aunque el guion está más cuidado, sigue siendo básicamente pobre y predecible.