El profesor cascarrabias de un prestigioso colegio americano se ve obligado a permanecer en el campus durante las vacaciones de Navidad para velar por un puñado de estudiantes que no tienen a dónde ir. Contra todo pronóstico, la convivencia le llevará a forjar un insólito vínculo con uno de ellos, un inteligente y problemático muchacho con sus propios traumas, y con la jefa de cocina de la escuela, que acaba de perder un hijo en Vietnam.
Quienes hemos pasado en alguna ocasión de nuestras vidas por las aulas, con independencia de lo que nos hayamos volcado o no con los estudios, seguro que recordamos momentos que han ayudado a construir las personas en la que nos hemos convertido. Asignaturas más o menos relevantes; compañías de todo tipo; noches en vela por los nervios previos a un importante examen; sin olvidar profesorado de muy amplia calaña. Había quienes amablemente te pedían que tirases la toalla, si no lo habías hecho ya. O los que simplemente subían el listón hacia el infinito y más allá. Pero también, en toda esa fauna académica, hubo alguien que con sus enseñanzas nos inculcó mucho más de lo que pudiéramos imaginar. Alguna materia especialmente atractiva, tal vez una metodología realmente sorprendente, o algún recuerdo que ha logrado perdurar. Para la otra cara de la moneda, véase los docentes, seguramente hayan encontrado algún alma atenta a sus disquisiciones o compartido su sed de conocimiento sobre los temas más variopintos con los que nuestra educación ha sido bendecida.
‘Los que se quedan’ es un precioso relato, a modo de ejemplar “cuento de Navidad”, en el que un profesor un tanto singular tiene que aguantar y hasta compartir las tradicionales vacaciones de invierno con un puñado de estudiantes que no encuentran su lugar en el mundo, ni en sus familias, ni en algún círculo de amistad.
Alexander Payne es un experto en narrar historias comunes para convertirlas en algo excepcionalmente fuera de lo común. El autor de ‘Nebraska’, ‘Entre copas’ o ‘Los descendientes’ da vida al primer texto cinematográfico del experimentado guionista televisivo David Hemingson, quien también la produce para el sello independiente Focus de la Universal. Tal es así, que como declaración de intenciones reproducen los antiguos logos de las compañías, simulando una pátina muy eficaz para el diseño de producción desde los créditos iniciales.
Muy bien dirigida y magníficamente desarrollada, se sigue con gran interés y mejor atención a lo largo de su metraje. Payne nos orienta por el campus solitario para prestar atención a que no todo es lo que parece, y que detrás de los personajes hay una historia anterior que vas descubriendo a pinceladas.
Un profesor tradicional, algo arrogante y demasiado huraño. De los de pajarita y pipa de serie. Paul Giamatti (’Entre copas’, ‘Cinderella Man. El hombre que no se dejó tumbar’, ‘12 años de esclavitud’), está que se sale en el papel del estrábico y pomposo pedagogo de cultura clásica del instituto. Dominic Sessa debuta con mucha solvencia en la interpretación como el alumno envarado y protestón que debe convivir con un puñado de inadaptados aislados en una “isla de nieve”. Y destacar la presencia de la actriz y cantante Da’Vine Joy Randolph en el rol de cocinera del internado donde “la adversidad forja el carácter”. Una trinidad que se definiría como que a veces sobran las palabras para dejar actuar a los sentimientos.
Como antítesis pero perfectamente complementaria y compatible con esa otra joya de la enseñanza como es ‘El club de los poetas muertos’, la obra de Alexandre Payne se alza como un homenaje a todos esos estudiantes y profesores que por una vez en sus vidas coincidieron con un interés humano en común por encima de lo que se estudia en los libros de texto. ‘Los que se quedan’ es un hermoso relato educativo casi de obligado visionado en las escuelas para destacar que nadie ni nada debe estar por encima de los demás.
Lo mejor: las interpretaciones, la historia y lo que hay detrás de las historias de cada personaje, en un ambiente y escenario sutilmente tratados.
Lo peor: que no se haya estrenado al menos quince días antes, por aquello de meternos con toda facilidad en el contexto.
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