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‘Mufasa: El rey león’, la realidad artificial

Rafiki recibe el encargo de transmitir la leyenda de Mufasa a la joven cachorra de león Kiara, hija de Simba y Nala, con Timón y Pumba aportando su particular estilo de humor. Contada en restrospectiva, la historia presenta a Mufasa como un cachorro huérfano, perdido y solo hasta que conoce a otro cachorro de león llamado Taka, heredero de un linaje real. Este encuentro casual pone en marcha un viaje de un grupo de inadaptados que buscan su destino. Sus lazos se pondrán a prueba mientras trabajan juntos para escapar de un enemigo amenazador y letal.

Desde que la compañía decidió volcar su preciado y generoso catálogo de clásicos animados a historias de acción real (o al menos a su equivalente simulado), da la sensación de que estas nuevas versiones se diluyen con el paso del tiempo para los nuevos espectadores. Aquello de poner en bucle generacional cualquier título de Disney para los más pequeños, recitar sus diálogos como un papagayo, cantar sus canciones en lugares insospechados, y tararear sus melodías rememorando tiempos de cuentos mejores, todo eso parece que tiene los días contados. Doblegar la imaginación de aquellos títulos de la gran pantalla, ya casi centenarios, a una aparente realidad artificial, puede chocar en un público que ha ido creciendo bajo el influjo y las fantasías de unos dibujos populares. Ahora empiezan a cobrar una vida postiza. Y si no, que se lo digan a Blancanieves.

‘El rey león’ del año 94 supuso uno de los grandes momentos para el resurgir del estudio. Tal es así que el actual logo del comienzo de sus películas sitúa la emblemática Roca del Rey a la derecha del fantástico castillo, como legado de la corona animada. Veinticinco años después, Jon Favreau clonaba sus personajes, y hasta sus planos, mediante inseminación genética digital. Una visión realista sobre el comportamiento de la fauna de la sabana en la que interactúan (en el amplio sentido de la acepción) hablando, cantando y bailando cuando no los están retratando los del National Geographic (del que también es propiedad de Disney). 

Ahora, el cineasta Barry Jenkins (‘Moonlight’, ‘El blues de Beale Street’), ofrece una secuela con tintes nostálgicos sobre el futuro y el pasado de esta pandilla variopinta de animales salvajes: la historia de Mufasa y la infancia de Kiara, abuelo y nieta del mismo clan de Milele. Un encargo de la compañía del que sale bastante airoso.

‘Mufasa: El rey león’, no decepciona. Es muy amena y sorprendente, sobre todo en cuanto al planteamiento visual se refiere. Su cordón umbilical se aferra a retazos de la banda sonora original, a los argumentos de las dos entregas de dibujos animados, y a un elenco de personajes de sobra conocidos que mantienen la misma llama viva para esta propuesta (con perdón de James Earl Jones, a quien se le dedica esta historia).

A cambio se añaden las letras de Lin-Manuel Miranda (‘Hamilton’, ‘En un barrio de Nueva York), para una nueva banda sonora, y casi idéntico reparto vocal del anterior remake digital. Como reflexión cabe decir que cada vez las canciones son más rebuscadas y complejas para la trama, que no terminas de asimilarlas ni cantarlas a la salida del pase.

Técnicamente es impresionante, tal vez demasiado. Y hasta llega a apabullar por sus constantes movimientos de cámara y su hiperrealismo desmesurado. Aquí lo que se hace distintivamente raro es que desfilen animales por delante de las fauces de los feroces leones sin derramar gota de sangre y sin mancharse el hocico.

También permite algo de reflexión sobre los poderes soberanos: si la realeza nace, se hace, o es el mismo pueblo/sabana quien otorga tal honor o se trata de una mera intromisión. El consabido “ciclo de la vida” y el mensaje ancestral de que “él vive en ti”.

‘Mufasa: El rey león’ es una más que interesante propuesta cinematográfica para pasar estos días festivos con la familia y las amistades al calor de la sala de proyección. Acercarse de nuevo a estos conocidos personajes tan queridos y divertidos que siguen manteniendo un espíritu joven y leal. Y sobre todo una excusa perfecta para desearos a todo el público unas felices fiestas y un próspero año nuevo de buen cine… Y quién sabe si terminará siendo una secuela musical de Broadway, todo es proponérselo y sobre todo seguir haciendo caja.

Lo mejor: la resolución argumental de la trama, ceñida a una biblia de personajes de sobra conocidos y consolidados. Y que nunca fue tan fácil adiestrar un animal salvaje para actuar, interpretar y hasta cantar, sin riesgo a escaparse del set ni que suponga una amenaza ya no solo para otros miembros sino también para el equipo técnico de producción.

Lo peor: el exceso de movimiento de la cámara no permite centrarse en las emociones de los personajes digitalizados.

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