En esta nueva aventura sobre un desafortunado capitán Jack Sparrow, el aterrador capitán Salazar consigue escapar del Triángulo del Diablo decidido a matar a todos los piratas que surcan los mares… pero sobre todo a Sparrow. Su única esperanza para sobrevivir reside en la búsqueda del legendario Tridente de Poseidón, un poderoso artilugio que permite controlar los mares a quién lo posea.
Pocos personajes han pasado tan rápidamente a la historia del séptimo arte como es el caso del carismático capitán Jack Sparrow. Nacido de una atracción del parque temático de Disneyland en California, ha logrado mediante los abundantes recursos de Johny Depp (‘Black Mass: Estrictamente criminal’, ‘El llanero solitario’, ‘Charlie y la fábrica de chocolate’) que sea impensable concebir al pirata sin los desmesurados amaneramientos del actor. Por suerte, en esta quinta entrega de la franquicia su peso está más diluido hacia los nuevos rumbos que pretende abordar, lo cual permite apreciarlo en su justa medida.
Como contrapunto el personaje del capitán Salazar, interpretado soberbiamente por Javier Bardem (‘Skyfall’, ‘Biutiful’, ‘No es país para viejos’) y apoyado por unos efectos visuales impresionantes, logra compensar el peso de la cinta con un villano a la altura de sus anteriores trabajos americanos. Resultado de ello es que el tercero en discordia, el Barbossa de Geoffrey Rush (‘La ladrona de libros’, ‘La mejor oferta’, ‘El discurso del rey’), quede un tanto eclipsado por el icono del corsario por excelencia, como por la fuerza interpretativa del caza-piratas español.
Tras quince años de saqueos, robos, cañonazos, encuentros y desencuentros, tesoros ocultos, maldiciones y huidas por los océanos… tocaba ya resolver el legado generacional con nuevos personajes que se abran paso en este mundo de aventuras. Aire fresco como el que aporta sobre todo Kaya Scodelario (‘El corredor del laberinto’, ‘Moon’) en el papel de Carina Smyth, una inteligente e inquieta muchacha en busca del paradero del Tridente de Poseidón. Por su parte, Brenton Thwaites (‘Dioses de Egipto’, ‘Oculus: El espejo del mal’, ‘Maléfica’) en el rol de Henry Turner, un joven que ansía romper la maldición que recluye de por vida a su padre en el Holandés Errante, conforma la nueva pareja que viene a asumir el hueco dejado por los Elisabeth y Will de la trilogía inicial. Supone surcar los mares más embravecidos para que todo quede en familia y en este caso funciona igual de bien que en los orígenes.
Para reflotar esta magna embarcación tras los quiebros de la cuarta entrega, Disney ha puesto en manos del tándem de directores noruegos Joachim Rønning y Espen Sandberg (‘Kon-Tiki’, ‘Max Manus’, ‘Bandidas’) el nuevo rumbo a emprender. Y para evitar descarrilarse de la atracción original, ha encargado el guión a Jeff Nathanson (‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’, ‘Atrápame si puedes’, ‘La terminal’) basándose en la historia conjunta con Terry Rossio (todos los títulos de Piratas del Caribe, ‘El llanero solitario’, ‘La búsqueda: El diario secreto’, ‘La leyenda del Zorro’). Todos ellos, valores seguros y eficaces sin asumir demasiado riesgo, para devolver el éxito a estas aguas del género de aventuras.
Como curiosidad, cabe destacar que, aunque la partitura original pocos recuerden que esté firmada por el alemán Klaus Badelt en el inicio de la saga, fue Hans Zimmer quien se apropió de los méritos posteriores. Y en esta última entrega, la melodía es exactamente idéntica a las anteriores, pero el responsable de ponerla en su punto exacto de la intensidad narrativa en esta quinta película es Geoff Zanelli.
Ser pirata es a día de hoy lo que se entiende como un romántico oficio de saqueadores sin miramientos, que pasaban por espada o cuchillo los gaznates de los adversarios, y robaban riquezas para luego esconderlas donde no las encontrara nunca la autoridad competente. Un día aquí y al otro adonde les llevase el viento… Sin salirnos del guion, en este serial cinematográfico que supone Piratas del Caribe, ya no importa cuántas veces te asesinen, hechicen o maldigan, si eres de los buenos o de los malos, pues todo se puede modificar por exigencias de la historia, sea coherente o no, y siempre hay un modo de revivir. Acaso esa es la grandeza del cine de aventuras, que pretende atraparnos en la butaca mientras dure la proyección.
En el caso de ‘Piratas del Caribe: La venganza de Salazar’ (curioso cambio de título por el original de «Los muertos no cuentan cuentos») consigue revivir -entendido como salir a flote- a golpe de sable y de acción, de un Jack Sparrow que no falla por el propio concepto de pirata que él mismo ha logrado crear siglos después, y por unos efectos visuales impecables que funcionan a la perfección. Poco más se puede pedir a una película de este género, cuando además tiene referencias de sus anteriores capítulos con los que quien más y quien menos va a comparar siempre. Una opción muy disfrutable y muy discutible sobre si los nuevos rumbos por los que surcará la Perla Negra son los más apropiados para una saga de tanto renombre, y en este caso está a la altura de cuanto se le pueda pedir.
Para quienes quieran saber cómo continúa la saga, como consejo, sería imprescindible quedarse tras los créditos.
Lo mejor: los efectos especiales son increíbles… Ah, el acento español de Bardem (en V.O.), y la manera de empuñar la espada a la hora de entrar a matar, cual estoque taurino.
Lo peor: a veces puede resultar tan densa que el espectador necesita algún que otro respiro que la película no sabe dosificar.