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‘Un don excepcional’: hay que llorar

Póster de Un don excepcional destacada

Póster de Un don excepcional

Frank Adler (Chris Evans) es un hombre soltero que tiene que criar a una niña prodigio, su enérgica sobrina Mary (Mckenna Grace), en un pueblo costero de Florida. Los planes de Frank para que Mary tenga una vida escolar normal se ven arruinados cuando las habilidades matemáticas de la pequeña de siete años empiezan a llamar la atención de la formidable madre de Frank, Evelyn (Lindsay Duncan), cuyos planes para su nieta amenazan con separar a Frank y Mary. Octavia Spencer interpreta a Roberta, la casera y mejor amiga de Frank y Mary. Jenny Slate interpreta a la profesora de Mary, Bonnie, una joven mujer cuya preocupación por su alumna hace que conecte con el tío de la pequeña.

Si ‘(500) días juntos’ marcó a toda una generación, siendo una de las dramedias más interesantes del reciente siglo XXI, el retorno de Marc Webb al género, tras su paso por Spiderlandia, supone un correcto paso atrás.

‘Un don excepcional’, tiene todos los ingredientes para triunfar: el halo de cine ‘independiente’; un protagonista resultón (Chris Evans, aparcando al capi entre estrenos de ‘Los Vengadores’, bajando la voz y poniendo caritas); una actriz infantil soportable; canciones bonitas; secundarios de lujo y, cómo no, un tema controvertido, idóneo para achuchar nuestros corazoncitos.

Si luchar por la custodia de una niña que no es tuya ya es difícil, la cosa se complica si su abuela, que también la quiere, es una bruja con posibles y tú has pasado de la élite académica a reparar barcos freelance. Ah, y además la peque es un genio matemático superdotado.

Si bien la cinta transcurre en un suspiro, son tantos sus tópicos, tan descarada su manipuladora búsqueda de nuestro llanto (con escenas imposibles como el desfile de papis en el hospital), que olvidamos la lucha de este tío (de sobrina, se entiende) tan particular, tan rápido como la disfrutamos.

Las acciones y decisiones de los personajes están tan alejadas de la realidad (no por extraordinarias, sino por imposibles) que resulta difícil conectar con ellos, por muy monos y cuquis que sean, envueltos en bucólicos paisajes urbanos y cancioncillas a lo ‘Anatomía de Grey’.

Webb se esfuerza en vendernos un cochazo con el motor gripado. Sus imágenes dicen ‘esto es guay, bigger than life, un pasote… Te tiene que gustar’, pero si miramos bajo el capó, encontramos fugas por todas partes.

Un don tan excepcional, necesita una película a su altura. Una que hable de lo cruel que es el mundo ante lo que no entiende, y despierte nuestro interés sin jugar el tocomocho de la lágrima de telefilm ‘basado en hechos reales’.

Todo en la película daba para más, pero la mirada convencional de un director (¿estamos ante el síndrome ‘de una sola peli redonda’?) que se mira demasiado el ombligo, deja la peripecia familiar de esta niña y su divino cerebro… en una anécdota amable y bonita.

Pero anécdota.

Lo mejor: el juicio por la custodia.

Lo peor: se mueven como humanos, parecen humanos, pero actúan como.. ¿qué?.

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