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‘Hacia la luz’, sentidos y sensibilidad

Misako es una apasionada guionista de películas para invidentes. En una proyección cinematográfica conoce a Masaya, un fotógrafo mayor que ella, quien está perdiendo su vista lentamente. Misako pronto descubrirá las fotografías de Masaya, que la transportarán a algunos recuerdos de su pasado. Juntos aprenderán a ver de manera resplandeciente el mundo que antes era invisible a sus ojos.

La proverbial sentencia oriental sobre el valor de una imagen por encima de mil palabras adquiere una luminosidad especial en esta última obra de la directora y guionista japonesa Naomi Kawase (‘Una pastelería en Tokio’, ‘Aguas tranquilas’, ‘El bosque del luto’).

Mediante un lienzo imaginario, Kawase va construyendo una preciosa historia de sufrimiento y superación, mezclando con gruesos trazos buenas dosis de la esencia del cine como son la palabra y las imágenes. La luz es aquí sinónimo de vida, con todos sus matices. Como la misma vida que se proyecta cada vez que acudimos a las salas a disfrutar de una película.

‘Hacia la luz’ establece una profunda reflexión sobre cómo vemos, observamos e interpretamos las imágenes. Las analiza y las transforma en palabras que sirven para describir a las personas invidentes todos aquellos sentimientos y emociones que el autor ha captado inicialmente. El verdadero escollo se encuentra en la sensibilidad de quien se ve en la necesidad de representar y definir en su mente la recreación inicial.

La relación entre los dos protagonistas de este título tiene como punto en común el cine. La joven encargada de realizar la audiodescripción de una película para invidentes -una buena interpretación a cargo de Ayame Misaki-, entrena constantemente en su vida diaria para intentar capturar con palabras todo aquello que pueda entrar en su campo de visión. En ese proceso, se reúne con un grupo asiduo de discapacitados para textar que el resultado de su labor sea satisfactorio.

Masatoshi Nagase representa con maestría la dureza de un prestigioso fotógrafo con visión muy reducida que va soportando la crueldad de perderla definitivamente. Una vida dedicada a plasmar la esencia sensible de las imágenes. Un cazador de imágenes que tiene el corazón encerrado en su cámara fotográfica. Partícipe de las sesiones de las pruebas descriptivas, su visión se va mermando a la par que su temperamento se agría. La ausencia de luz provoca la pérdida de la noción del tiempo y el dolor ante los problemas progresivos de adaptación. Tormento reflejado mediante primeros planos centrados en sus ojos.

“Con una película te vinculas a la vida de otra gente”, reflexiona uno de los protagonistas expandiendo tal universo no sólo al que aparece en la pantalla, sino a todas aquellas personas con quienes se comparte. Hasta incluso llegar a formar parte de un inmenso mundo paralelo.

‘Hacia la luz’ habla de los sonidos de la vida, de los silencios. Recuerda la increíble capacidad de imaginar de los discapacitados visuales, y el modo de apreciar y afinar el resto de sentidos. Pero también describe la tragedia interior de quienes se hallan inmersos en cualquier proceso de discapacidad física, como la visual, o psíquica, como la enfermedad de Alzehimer, y de cómo afecta a quienes les rodean.

Evoca a los objetos, y a los recuerdos de quienes ya no tenemos a nuestro lado. Sentimientos arraigados a un atardecer concreto, a una estampa única. A la angustia de una memoria que se empieza a nublar… el miedo a perder. Pero sobre todo es una esperanza a volver a caminar, y a superar las dificultades de verse disminuido en cualquiera de los sentidos.

La irónica tragedia que caracteriza el sentir del ser humano de vivir cuando se quiere morir y morir cuando se quiere vivir. Pero superada por una última fotografía.

Lo mejor: la sensibilidad que despierta en el espectador hacia la manera de sentir y vivir de quienes padecen discapacidades como la visión.

Lo peor: que la carga emocional pueda parecer demasiado diluida.

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