Manel, físico prometedor y algo neurótico, se propone demostrar cómo su relación con Elena, cotizada modelo y actriz en ciernes, no ha sido un completo desastre por su culpa, sino porque estaba determinada desde un principio por las mismísimas leyes de la física, aquellas que descubrieron genios como Newton, Einstein o los padres de la mecánica cuántica. Y especialmente por las tres leyes de la termodinámica.
Para quienes aman la física, las explicaciones racionales sobre todo lo que acontece a nuestro alrededor, disfrutan de la ciencia con locura y además quieran gozar de un cierto grado de humor casi romántico, ‘Las leyes de la termodinámica’ es una excelente propuesta para acudir a las salas.
Pretende aglutinar los mejores documentales científicos que pudieran verse en La 2 versados en física, cuántica y hasta cosmología, con la historia de cómo sus cuatro protagonistas entrelazan sus caminos en la vida. Basándose en las leyes de la termodinámica sobre atracción y repulsión de los cuerpos, utiliza gráficos sobre las imágenes, e incluso secuencias con efecto moviola para su mejor comprensión y análisis dimensional, lo cual impregna a la historia de cierto ingenio y aporta gran parte de su comicidad.
Para la parte documental, simula y desarrolla declaraciones de supuestos científicos que explican a modo de entrevistas los aspectos más relevantes de la termodinámica. Al utilizar los mismos actores de doblaje habituales de estos espacios divulgativos le aporta mayor veracidad.
Y para la parte narrativa, para la demostración empírica de estas teorías, explica la historia de la relación de dos parejas y sus circunstancias.
Narrada por el propio Manel (Vito Sanz), su protagonista insiste a toda costa en aplicar las leyes de la física a su relación para no hacer frente a su ego emocional. Sus manías sobre el orden y el caos, tanto particular como astrofísico, aparecerán en su relación con Elena (Berta Vázquez). A ellos se suman los polos opuestos de Pablo (Chino Darín) y Eva (Vicky Luengo) en ese microcosmos expuesto sobre el amor y la pasión.
Cuatro interpretaciones para un argumento que deja sabor un tanto aséptico. Pero igual es esta la intención. En ocasiones hay más pasión en las explicaciones científicas de los testimonios que en lo que transmiten sus protagonistas.
Mateo Gil es el director y guionista de ‘Las leyes de la termodinámica’, tras su escarceo amoroso con la ciencia de ‘Proyecto Lázaro’, y anteriormente con el wéstern de ‘Blackthorn’. Experimenta en el terreno de la comedia como quien compara las partículas con cada uno de los miembros de la humanidad. Ejecuta una narración magnífica, como cuando mete en el mismo plano dos acciones separadas en el tiempo con un año de diferencia. Pero el resultado no termina de ser comedia ni documental. Parafraseando el argot científico, resulta un ‘sistema complejo’.
‘Las leyes de la termodinámica’ obedecen a tres posibles versiones: la de quienes se queden con el aspecto documental sobre las leyes físicas, la de quienes se enamoren de la relación errática, y la de quienes opten por un compendio de las opciones anteriores.
Esta versión cinematográfica supone un modelo asequible por adaptar la ciencia actual de genios como Einstein o Hawking al lenguaje de la seducción, del amor y de la obsesión física. Comprensible tanto si se tiene cierta instrucción mínima o pleno desconocimiento de los mismos.
Lo mejor: el tremendo esfuerzo por la demostración científica de las leyes de la termodinámica aplicadas a una relación de amor en tono distendido.
Lo peor: que con lo mejor ya está dicho todo. Hasta el cameo de Daniel Sánchez Arévalo resulta demasiado serio para tratarse de una comedia.