Peter Turner se enamora profundamente de Gloria Grahame la primera vez que la ve. Gloria es su nueva vecina, una oscarizada diva de Hollywood, alegre, divertida y llena de energía. Él es un joven actor que comienza a cosechar tímidos éxitos en el Liverpool de finales de los 70. Pero ni la diferencia de edad entre ellos ni la fama impidieron el flechazo que dio lugar a una de las historias de amor más apasionadas y comentadas de la época.
El actor y escritor Peter Turner describía con aires de memorias su relación con la veterana actriz del star sytem Gloria Grahame en los años posteriores a su esplendor cinematográfico y ya en tablas teatrales. Un homenaje no solo a una preciosa relación de amor, sino a una de esas vidas de película que da gusto paladear. Sin rubor por alguna de sus palabras, y con abundante pasión entre el joven Peter y la madura Gloria, su libro representa el cine dentro del cine con ciertos toques de magia y elegancia, como solo las grandes estrellas saben transmitir tanto desde la pantalla como fuera de la misma.
Es lo que retrata perfectamente su director Paul McGuigan (‘Victor Frankenstein’, ‘El caso Slevin’, ‘Obsesión’), que sabe aparcar la acción de sus anteriores películas y series televisivas, a cambio de aportar la cálida identidad que Turner detalla con sus palabras.
Tal pretende ser la fidelidad que desde los títulos iniciales se rinde a los pies del cine clásico y al celuloide. Y nos presenta a una Gloria Grahame en la desnudez de su camerino teatral previo a la representación de “El zoo de cristal”, en un momento tan íntimo como es su preparación para el papel. “Song for guy” de Elton John grabado en una antigua casete, leche en copa alta y juegos de palabras para calentar la voz.
Annette Bening (‘Mujeres del siglo XX’, ‘American Beauty’, ‘Open Range’), aporta el alma de la madura actriz con un exquisito cuidado y mimo reverencial. La californiana Grahame, tras haber trabajado con grandes como Capra, Fritz Lang, Nicholas Ray, Kazan, Vicente Minnelli, Stanley Kramer… no era especialmente una diva a quien la fama del Oscar le hubiera sobrepasado en 1981. Busca el refugio, reposo y asilo en Liverpool, muy lejos del Hollywood de las estrellas. Bening además aporta una cercanía insólita con su personaje, o lo que queda de ella, con fuerza, potencia y magnífico gusto.
El otro gran pilar interpretativo es la sólida representación de Jamie Bell (‘Rompenieves’, ‘Jane Eyre’, ‘Billy Eliott’), intentando abrir su camino en el mundo de teatral mientras sobrevive trabajando como mozo en Liverpool. Es el joven Peter Turner a quien, como un reciente fantasma del pasado, acude la Grahame en sus horas bajas. Destaca la solvencia y el carisma con el que trata al autor de la historia, y la delicadeza que ofrece a la dama sin saber gran cosa de ella, en una época en la internet estaba muy aún por llegar.
Bening y Bell, en sus papeles de actriz veterana y actor en ciernes, funcionan perfectamente desarrollando una bonita y apasionada historia de verdadero amor, respeto y cariño mutuo, comprensión sexual y sinceridad entre la pareja. Algo poco común en la gran pantalla.
Ambos están arropados por prestigiosos actores como Julie Walters (quien ya coincidiera con Bell en ‘Billy Elliot’), Kenneth Cranham, Vanessa Redgrave, o Stephen Graham. Son los acogedores familiares de un precioso romance amoroso en el que la diferencia de edad no tiene cabida. Incluso el propio autor de las memorias, Peter Turner, aparece fugazmente para rendir homenaje a la pareja actual y a la que fue.
Es evidente que el peso de ‘Las estrellas de cine no mueren en Liverpool’ reside en la bonita historia y en las excelentes interpretaciones de todos sus protagonistas. Pero también destacan poderosamente las transiciones de los flashbacks narrativos mediante planos secuencia en los que sin solución de continuidad se salta tanto en el tiempo como en los lugares en los que suceden las acciones.
La heredera del imperio del espionaje con licencia para matar, Barbara Broccoli, cambia por completo de registro para asumir la producción de este clásico moderno, con referencias a la filmografía de la protagonista, o a ‘El crepúsculo de los dioses’, y a títulos más contemporáneos como ‘Alien’ o ‘Fiebre del sábado noche’. Destaca la calidad de su fotografía y la ambientación musical de la época, con Elton John para la entrada y Elvis Costello para la salida.
‘Las estrellas de cine no mueren en Liverpool’ es un idilio meta-cinematográfico apasionado. Se esbozan trazos acerca de la vanidad de los actores veteranos atrapados en la angustia de la eterna juventud. Relaja la fuerte carga dramática aportando distintas versiones o puntos de vista sobre un mismo hecho según cada uno de los protagonistas. Y representa la sencillez de vivir en Liverpool como un Edén para una estrella, capaz de pasar desapercibida y en todo momento querida por la familia, que la acepta tal cual es. Con mucha naturalidad pero que no deja de ser como si nuestro ídolo favorito se tomase un sandwich en la cocina de casa.
Peter Turner y Gloria Grahame son en ‘Las estrellas de cine no mueren en Liverpool’ actores al desnudo en un teatro vacío, el de la vida que transita a la madurez, ante el momento duro y conmovedor de bajar el telón.
Lo mejor: todas las interpretaciones y el sorprendente tratamiento de respeto que los personajes ofrecen a la relación de la pareja.
Lo peor: la dureza de enfrentarse a un final anunciado.