En 1843, el célebre novelista británico Charles Dickens se encuentra en el punto más bajo de su carrera, acumulando tres novelas que fueron un fracaso y viendo como las deudas de su familia van en aumento. Decidido a recuperar su reputación, Dickens decide escribir una historia sobre la Navidad y autoeditarla en menos de dos meses. Es aquí donde nace uno de los personajes más icónicos de su carrera, Ebenezer Scrooge, en un proceso creativo mágico que cambió la forma de entender la Navidad para siempre.
En 1842, el escritor británico Charles Dickens realiza un apasionante viaje por territorio estadounidense quedando sorprendido por la sociedad y costumbres americanas, como plasma en su libro “Notas de América”. En la introducción de ‘El hombre que inventó la Navidad’, este hecho queda plasmado con cierta ironía al describir la presentación del célebre novelista al público como una experiencia casi de espectáculo circense, frente al contraste de la estirada cultura inglesa de la época victoriana.
Con un argumento en tono afable y un tanto desenfadado, el nudo de la trama regresa al Londres de 1843, sin ideas que plasmar en sus escritos y mostrando un Dickens generoso y endeudado, en un mundo rodeado de créditos y de débitos por una obra encargada que no termina de llegar.
Bharat Nalluri (‘Doble identidad: Jaque al MI5’, ‘Un gran día para ellas’), dirige el guion escrito por Susan Coyne, basándose en la novela del historiador y autor Les Standiford, quien a su vez se inspira en el “Cuento de Navidad” del propio Dickens. Un título que además de ser muy oportuno para las fechas que llegan, está realizado con mucho cuidado, mimo y con un resultado excelente para disfrutarlo en familia.
De las muchas versiones cinematográficas de la historia de los espíritus navideños y del rácano del Sr. Scrooge (hasta los Teleñecos han tenido su propia película), ‘El hombre que inventó la Navidad’ incorpora al mismo autor dentro de su propio cuento, o mejor dicho, el mismo cuento es el que cobra vida en la biografía del escritor.
Dan Stevens (‘El apóstol’, ‘La bella y la bestia’, ‘Colossal), se pone en la piel de Charles Dickens con el exceso habitual que se narra en los cuentos y en plena vorágine creativa para no ser engullido por sus propios personajes. La llegada de un nuevo embarazo (de los diez hijos que tuvo), las pesadillas por acabar la obra antes de la Navidad, y la presencia de su padre derrochador de cuanto no poseía, provocan en él los frecuentes bloqueos creativos y cambios temperamentales por perder el hilo narrativo de una historia ya universal.
En la ficción, el despreciable Scrooge está interpretado por un impecable Christopher Plummer (‘Todo el dinero del mundo’, ‘El dilema’, ‘Sonrisas y lágrimas’), quien con su sola presencia impone la perfecta personificación del mísero y avaro tacaño. El papel del embaucador y endeudado padre del escritor lo tiene Jonathan Pryce (‘La buena esposa’, ‘El hombre que mató a Don Quijote’, ‘Brazil’). Un personaje que cabalga con acierto entre lo abusivo por su derroche continuo sin miramientos y el cariño que le profesa su hijo, a pesar de un pasado truculento.
También destaca una producción más que acertada para presentar las dos caras de ese Londres pobre y repleto de miseria, como del intelectual y elitista de una cultura floreciente, en una misma moneda del gran teatro del mundo.
Mychael Danna compone una peculiar banda sonora que nos integra más en esa dualidad comprendida entre la creatividad y la realidad del autor, entre el candor festivo y el miedo a verse solo frente a la muerte sin haberse sentido querido.
Lo importante de ‘El hombre que inventó la Navidad’ es que sabe combinar con gran interés aspectos biográficos del propio escritor con la imaginación plasmada en su obra, haciendo las delicias del espectador de todas las edades, y disfrutando de las “bobadas” consabidas del viejo gruñón y el séquito de personajes que desfilan por sus páginas. Hablar y convivir con los personajes que cobran vida en la intimidad de su pluma, pero que también distraen y bloquean como si tuvieran voluntad propia.
‘El hombre que inventó la Navidad’ es un pastel de melaza caliente que, con la excusa de componer bajo presión “Cuento de Navidad”, se vuelve a relatar una vez más. Pero en esta ocasión desde el punto de vista creativo e imaginario del escritor, con la principal moraleja feliz de que “nadie es inútil en este mundo si aligera la carga de otro”. Y la obligación de que prevalezca la esperanza y su final feliz.
Lo mejor: a pesar de ser un cuento universal de todos los tiempos, sobre todo los navideños, su interés principal reside en la buena combinación entre los personajes reales e imaginarios, y en las buenas actuaciones de todos sus intérpretes.
Lo peor: que pueda dejar un regusto excesivamente azucarado, pero es lo que tiene la Navidad.