2003.Mientras los políticos en Gran Bretaña y Estados Unidos buscan una excusa para invadir Irak, la traductora del GCHQ (Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno) Katharine Gun filtra un correo electrónico confidencial que insta a espiar a miembros del Consejo de Seguridad de la ONU para forzar la aprobación de la resolución para ir a la guerra. Acusada de infringir la Ley de Secretos Oficiales y con la posibilidad de acabar en prisión, Katharine y su equipo de abogados se proponen defender sus actos. Con su vida, su libertad y su matrimonio en peligro, deberá defender aquello en lo que cree…
Las relaciones de poder suelen ser aparentemente ingenuas y extremadamente complejas en la consecución de sus objetivos. A veces, los caprichos de los gobiernos inciden en sus gobernados de manera dispar a los intereses de la población, justificando actos y acciones que no deberían producirse en nombre del bien común. Por suerte, en algunas circunstancias, la prensa puede y debe ser garante de la transparencia informativa para que no se produzcan agresiones indiscriminadas a los derechos humanos por los que todas las personas deberían regirse. La realidad da paso a una estrecha connivencia que suele estar reglada por la falsa independencia de los medios de comunicación hacia sus benefactores o incluso gobiernos, quienes conjuntamente sostienen cierta subordinación entre el primer y el supuesto cuarto poder. La lucidez del “gatekeeper” informativo consiste en desvelar y saber interpretar la auténtica intencionalidad de cuanto sucede.
Por suerte, el lenguaje cinematográfico además de entretener y ser soporte de expresión artística, también puede adoptar cierto cariz de denuncia social. Gavin Hood ( ‘X-Men orígenes: Lobezno’, ‘El juego de Ender’, ‘Espías desde el cielo’), dirige la adaptación de la novela de Marcia y Thomas Mitchell que narra el complot de la Agencia de Seguridad Nacional americana para presionar a la diplomacia de miembros de las Naciones Unidas para conseguir una resolución favorable a la intervención militar contra Irak. En el guión del propio Hood junto a Gregory y Sara Bernstein, una joven empleada de la agencia de inteligencia británica desvela una información secreta relacionada con todo el entramado para justificar la invasión beligerante.
‘Secretos de estado’ juega con dos niveles de lectura sumamente interesantes. El primero a cargo de la experiencia de la propia Katharine Gun, interpretado por una eficaz Keira Knightley en línea con trabajos anteriores como ‘The Imitation Game (Descifrando Enigma)’, ‘Jack Ryan: Operación Sombra’ o ‘El día que vendrá’. Copia guarda e imprime una valiosa información sobre acciones ilegales del gobierno de Tony Blair para entrar en el conflicto, auspiciado por la maquinaria de George W. Bush. Para realzar la veracidad, su director no duda en utilizar testimonios reales de ambos mandatarios y de Colin Powell como Secretario de Estado americano. Juegos de espionaje y chantaje con el objetivo de manipular el voto final de delegados de la ONU contrarios a la guerra. Curiosamente de España nada se dice en toda la cinta. Entre la presión, los remordimientos y los escrúpulos, Katharine Gun se ve en la encrucijada del “nada que ganar y todo por perder”.
La otra lectura, quizá la parte más atractiva, reside en cómo gestionan algunos medios de información la propia noticia. Igual que perfilaran en ‘El dilema’ o en la más reciente ‘Spotlight’, por citar un par de ejemplos, estos ‘Secretos de estado’ navegan entre la dependencia censurable y la deontología profesional en aras de desvelar el engaño y la mentira. La labor del periodista Martin Bright -el popular actor Matt Smith de series como ‘The Crown’ o ‘Dr. Who’-, por sacar a la luz pública los hechos para el semanario “The Observer” (curiosamente la línea editorial del periódico junto a su hermano mayor “The Guardian” era favorable a la intervención británica como un mal menor), supone hacerse eco moral de “la filtración más importante y valiente” de los últimos tiempos en la política internacional, lo que no quiere decir que haya otros muchos secretos de estado ocultos por desvelar.
Cabe destacar la siempre bien apreciada intervención de Ralph Fiennes como abogado de la acusada de desvelar información oficial y el interesante y breve duelo que mantiene con el fiscal del estado durante el juicio.
En medio de los habituales conflictos intergubernamentales de la actualidad, ‘Secretos de estado’ supone una honesta visión e interesante reflexión de cómo juegan algunos gobiernos a saltarse el statu quo de la realidad en que vivimos.
Lo mejor: el lado humano de los protagonistas de este episodio ya histórico, y el suspense que se va acumulando sabiendo que está basado en un hecho real y cercano.
Lo peor: su desenlace un tanto apresurado tras haber logrado un magnífico clima de tensión durante toda la película.