Ricky, Abby y sus dos hijos viven en Newcastle. Forman una familia muy unida. Ricky ha pasado de un empleo a otro; Abby se dedica a cuidar a personas ancianas y disfruta con su trabajo. A pesar de trabajar cada vez más, son conscientes de que nunca obtendrán la ansiada seguridad económica o una casa en propiedad. Surge entonces una oportunidad para Ricky y la pareja decide apostar el todo por el todo. Abby vende su coche para que Ricky se compre una furgoneta y se convierta en repartidor por cuenta propia: por fin será su propio jefe, ofreciéndoles un futuro diferente.
Sin interés por adentrarnos en los terrenos farragosos de la política, grandes pensadores de la historia han intentado atisbar el propósito de la existencia del individuo. Y a modo concluyente, la mayoría se han resistido a pensar que la esencia del ser humano radique en vivir solo para para trabajar: Las circunstancias actuales han conducido a un camino de difícil acceso al mercado laboral (hasta con estudios cualificados o incluso aportando la experiencia y valías necesarias), que amenazan cualquier inquietud y deseo que la persona pueda disfrutar.
‘Sorry we missed you’ es la amable notita que los repartidores de paquetería pueden dejar cuando el destinatario no se encuentra presente (evidentemente en el mundo sajón). Pero en el caso de la presente película es una llamada de atención para que todo vuelva a ser como antes. Un deseo social y familiar para encontrar cierta armonía que otorgue un poco de sentido a esta vida.
Ken Loach (‘Tierra y libertad’, ‘El viento que agita la cebada’, ‘Yo, Daniel Blake’), realiza, una vez más, un magistral ejercicio de compromiso social con el sector más vapuleado por el poderío económico. Muestra una excelente radiografía de una familia de la extinta clase media revenida a clase baja muy trabajadora, que no tiene tiempo ni para dedicarse a disfrutar de sí misma ni a poder afrontar los problemas inherentes a su día a día. Y lo hace con la pertinente compañía de su más allegado colaborador, el guionista Paul Laverty (‘Juli’, ‘El olivo’, ‘También la lluvia’, por citar otros títulos escritos para su pareja Icíar Bollaín).
Desarrollan una trama con tintes de tragedia laboral del siglo XXI que reposa en los grandes engaños del franquiciado -véase autónomo- frente al contratado y, por supuesto, de las subcontratas en las que se va perdiendo el dinero y el trabajo con un mínimo de calidad.
Rick es un padre de familia que hipoteca su alma para sacar adelante a los suyos, dependiendo de una furgoneta y de su PDA. Su esposa Abby es la representación humana del cielo y la personificación del encanto, disfruta con su trabajo atendiendo a personas discapacitadas, y aunque esté explotada y sobresaturada siempre procura sacar momentos para coordinar y dirigir a su querida familia.
Seb es el hijo mayor, un adolescente al que hay que orientar, empapado de la realidad social circundante y con pocas esperanzas para un futuro mínimamente solvente. Y Lisa Jane es la hija pequeña, perfectamente autónoma e inteligente, que todavía no ha salido de esa edad de la bendita ignorancia de cuanto nos rodea, pero que sufre y se preocupa por su familia cuando las cosas se tuercen. Todos ellos forman un grupo de buena gente a quienes la vida vapulea tan caprichosamente como el ejemplo que se cita en la película de “la cajita (que) decide quién vive y quién muere”.
Con estos cuatro personajes, sus cuatro actores representan a la perfección los roles de la familia que está en la cuerda floja, que lucha de veras por subsistir, por mantenerse a flote y por dejarse más que la piel por la ellos y por el trabajo. Kris Hitchen, Debbie Honeywood, Rhys Stone y Katie Proctor, bastante desconocidos y principiantes en su mayoría, saben extraer el jugo emocional de un docudrama tan real y domésticamente cruel que no puede dejar a nadie indiferente.
Debería ser una película especialmente recomendada y de obligado cumplimiento para empresarios sin escrúpulos, gobiernos asfixiantes, y familias al borde de la crisis (en este caso sería un punto que los servicios sociales se hicieran cargo del importe de la entrada).
Loach y Laverty recrean momentos maravillosos y sublimes como quien espera escondido tras la cámara para reflejar esos instantes íntimos que ni siquiera la propia familia comparte entre la alegría y el dolor, entre la esperanza y la impotencia. ‘Sorry we missed you’ es un auténtico manual, fiel reflejo de lo que muchas personas viven a diario a nuestro alrededor, e incluso en nuestras propias familias. Una especie de enfermedad silenciosa que el progreso de unos cuantos conlleva para con otros muchos.
Lo mejor: el realismo con el que se trata la problemática existente tras las paredes de los hogares, sobre los miedos a permanecer en un agujero del que no hay salida sin la concienciación de todos.
Lo peor: que tengamos que ser nosotros mismos quienes pongamos la resolución final, donde no debería valer aquello de “no hay mal que por bien no venga”, ni mucho menos.