El visionario diseñador americano de automóviles Carroll Shelby y el intrépido piloto británico Ken Miles, se enfrentan juntos a los obstáculos corporativos, las leyes de la física y sus demonios personales para construir un revolucionario coche de carreras para Ford Motor Company y acabar con el dominio de los bólidos de Enzo Ferrari en las 24 Horas de Le Mans en 1966.
Hace algunos años, Ron Howard llevaba a la gran pantalla una estupenda producción sobre la rivalidad casi romántica entre dos fuertes personajes y personalidades tan dispares en el mundo de la Fórmula 1 como lo fueron Niki Lauda y James Hunt. Un mundo en el que la seguridad deportiva de sus pilotos para este tipo de competiciones todavía tenía un largo trecho por mejorar. El amor por la velocidad en circuitos cerrados (mucho más fuera de ellos), no está exento de peligros. Y la veneración por el rugido de motores como el V8 frente al V12 tampoco se encuentra libre de competencia.
Este ‘Le Mans ‘66’ que nos revive Mangold (anterior en el tiempo al que popularizara el actor y también amante de la velocidad Steve McQueen), describe el dominio imperante de la Scuderia Ferrari y la poderosa ambición casi enfermiza del industrial Henry Ford II por crear un coche ganador para desbancar a la marca italiana en la categoría de gran turismo.
Con el guion de Jez Butterworth (‘Spectre’, ‘Al filo del mañana’, ‘Black Mass’), John-Henry Butterworth (‘Caza a la espía’, ‘Al filo del mañana’), y de Jason Keller (‘Plan de Escape’, ‘El soldado de Dios’), su director James Mangold (‘Logan’, ‘En la cuerda floja’, ‘Cop Land’), recrea esta historia de amistad, valor y velocidad en la que el poder de la industria pretende someter al entusiasmo de construir un deportivo ganador de belleza artesana.
El resultado es una película completa, sólida y muy amena. Entretenida hasta para quien no distingue una biela de una bujía, y tremendamente apasionada con sus personajes, como si se tratase de una versión real de ‘Cars’. Sin lugar a dudas, desprende ese aroma ganador de próximas nominaciones, y muy a tener en cuenta para el presente anuario cinematográfico.
‘Le Mans ‘66’, a diferencia de la citada ‘Rush’, habla de la amistad, del trabajo sacrificado y la familia, y de la verdadera pasión por los caballos de potencia, domesticados en una maravillosa conducción. El mimético y camaleónico Christian Bale (trilogía de ‘El caballero oscuro’, ‘The fighter’, ‘El vicio del poder’…), recupera parte de su acento británico al meterse en la piel del ingeniero y piloto Ken Miles, en un momento de desahucio personal. Un personaje que te enamora por su modo de ser, manera de pensar y, es evidente, por su forma de conducir. Capaz de integrar la vida familiar a su vocación por el universo de las ruedas, este veterano de guerra contribuyó con su pericia a crear un motor capaz de estar en primera línea de meta. Flaco, desgarbado, algo introvertido y con un acento inglés (en V.O., claro está), y ademanes excelentes, en un papel completamente convincente, Bale despierta el interés del público hacia su caracterización con independencia de cualquier posible querencia o no hacia el mundo del motor.
Junto a él, Matt Damon (‘Marte’, sagas Bourne y Ocean’s, ‘El indomable Will Hunting’), mucho más comedido y extrovertido, pero tan conexo y compatible como para transmitir el valor de la verdadera amistad profesional e incluso familiaridad personal. Encarna al mítico piloto Carroll Shelby, ganador en 1959 de las 24 horas de Le Mans, quien por motivos de salud tuvo que abandonar las carreras para dedicarse a diseñar y montar coches de alto rendimiento en su compañía Shelby American.
El tercer protagonista de esta contienda sobre el asfalto sería Tracy Letts (‘Los archivos del Pentágono’, ‘Lady Bird’), como el mismo Henry Ford II -el segundo, en plan algo más despectivo, por aquello de la competición-, y nieto del fundador de la compañía. La férrea agresividad y el control en la dirección de una de las grandes empresas a nivel mundial de la industria automovilística están perfectamente representados en este perfil capaz de llamar degenerado al mismo James Bond del momento por conducir un Aston Martin.
Caitriona Balfe es la esposa comprensiva y Noah Jupe el encantador y adorable hijo; Jon Bernthal el promotor del cambio y Josh Lucas el atravesado e imposible jefe del proyecto Ford de carreras. Todo ellos geniales para una película biográfica y con una acción comedida y muy interesante, que fomenta el lucimiento interpretativo.
La banda sonora de Marco Beltrami y Buck Sanders contribuye a añadir tensión y ritmo trepidante a un montaje que durante sus dos horas y media de metraje mantiene vivo y despierto todo el interés, y que cuenta con magníficos efectos digitales para ambientar el entorno de los circuitos de carreras de la época. Sin olvidar el impecable sonido que emula esos motores legendarios.
‘Le Mans ‘66’ es fabulosa, vibrante y brillante. Describe los entresijos de cómo construir un bólido como es el GT40 sin aburrir ni caer en esa absoluta pedantería y accesible para quienes no ostentan el título de alguna ingeniería. Pero sobre todo, sabe calibrar con esos pequeños detalles (una cuña, una llave inglesa…), el valor de la amistad, y los riesgos de una profesión de vértigo en los que la tozudez y el ser “amable con el coche” superan la arrogancia de quienes creen saber estar por encima de las 7000 rpm.
Lo que es un tanto curioso es que para quienes disfrutan de una de estas bestias en el garaje de casa, como para cuantos se conforman viendo “Joyas sobre ruedas” o “Fast N’ Loud”, o sencillamente poco les interesa cualquier aspecto relacionado con la conducción, ‘Le Mans ‘66’ es una apuesta segura a caballo ganador. Y si no tiempo al tiempo.
Lo mejor: Christian Bale, Matt Damon y el resto del reparto, que sorprenden con esta interesante rivalidad entre el oficio de constructor frente a la soberbia industrial.
Lo peor: que se echa en falta referencia alguna sobre la vida más personal de Shelby.