Doce extraños se despiertan en el claro de un bosque. No saben dónde están ni cómo han llegado hasta ahí. Tampoco saben que han sido escogidos… para algo muy concreto… para ser cazados. A raíz de una teoría conspirativa nacida en la dark web, un grupo de la élite mundial se reúne por primera vez en una recóndita mansión para divertirse cazando a seres humanos. Pero su plan maestro no sale como esperan ya que una de las víctimas, Crystal (Betty Gilpin, GLOW), conoce el juego de los cazadores mejor que ellos mismos. Matándoles uno a uno, Crystal conseguirá invertir la situación y acercarse poco a poco a la misteriosa mujer (encarnada por la dos veces oscarizada Hilary Swank) que ideó el juego.
Estados Unidos, en general, está tan polarizado como el resto de países mal llamados desarrollados: llevados por los extremos, agravados por la globalización, la degradación universal de la educación, el buenismo y el auge de las nuevas tecnologías, tan buenas para unas cosas como nocivas fuentes de inagotables bulos, medias verdades y nichos creadores de opiniones siempre interesadas.
‘La caza’, es un ejemplo de lo anterior, con la desventaja de creerse (o pretender ser) muy lista.
Craig Zobel mete un subtexto cómico-político burdo en una película que solo funciona cuando nos desconectamos de sus mensajes socio políticos (ni en Barrio Sésamo son tan simplistas a la hora de trasladar ideas y conceptos a los más pequeños), mononeuronales y unidireccionales, y abrazamos el festival gore-chorra, donde unos personajes que a nadie importan porque no se molestan en describirlos mínimamente, caen como moscas ensangrentadas.
Solo Betty Gilpin y su antagonista Hilary Swank se esfuerzan por defender sus roles, sacando con más oficio que dirección y libreto algunas escenas interesantes más allá de la imperante ultraviolencia.
‘La caza’ es tan madura como una pegatina anti Trump (o el que toque en ese momento) o un tuit random de cualquier ideólogo de extrema lo que sea random, jugando con demasiada ligereza con estereotipos que cuelan en Los Simpson porque el contexto lo permite y sus guionistas juegan en ligas mayores, pero aquí sonrojan tanto como el impacto de una bala.
El debate no está en si parte o todo el subtexto político-social de la película es correcto (sin duda, hay muchas verdades, y también mentiras, envueltas en sus fotogramas), sino en plasmarlo de una forma que no tome al espectador por un borrego idiota, que toma la lucha de clases, la globalización, el capitalismo, la ideología y la política como absolutos de ‘buenos y malos’, sin matiz alguno.
Ofenderse con esta película, como hizo Trump, es tan estúpido como tomarla en serio, a tenor de tan zafio despliegue.
Otra opción es que el equipo de guionistas y el propio director se han pasado tanto plasmando la sátira que en realidad la cosa es mucho más inteligente de lo que parece. Si ese es el caso, la oportunidad se pierde doblemente, y Craig Zobel, Nick Cuse y el siempre tramposillo Damon Lindelof deberían repensar en qué quieren comunicar y, sobre todo, cómo hacerlo.
Ejemplos mucho más lúcidos los tenemos en el ‘Blanco Humano’ de Van Damme; ‘Tucker & Dale contra el mal’; ‘The Purge: la noche de las bestias’; ‘En busca de la felicidad’; ‘Déjame salir’ y una lista que, incluso a bote pronto, es demasiado larga.
Para la media de la interesante Blumhouse, ‘La caza’ es un violento patinazo.
Lo mejor: no tomarla en serio es la única forma de disfrutarla.
Lo peor: hacer lo contrario les provocará un terrible aburrimiento.