Scott sufre un bloqueo mental y de desarrollo personal desde que su padre, que era bombero, murió cuando él tenía siete años. A medio camino entre los veinte y treinta años no ha conseguido nada en la vida, pero tiene en mente un improbable sueño: convertirse en un tatuador de renombre. Mientras su hermana pequeña está a punto de irse a la universidad, Scott sigue viviendo con su agotada madre, una enfermera de Urgencias, y malgasta el tiempo fumando porros, quedando con sus colegas -Oscar, Igor y Richie- y viéndose en secreto con su amiga de la infancia, Kelsey. Pero cuando su madre empieza a salir con un bombero bocazas llamado Ray, se desencadena una serie de acontecimientos que obligarán a Scott a enfrentarse a su dolor y a dar sus primeros pasos hacia una vida de verdad.
En el cine, como en casi todo en la vida, no hay que dejarse llevar por las apariencias. Una sinopsis que parece que lo cuenta todo. Un título que simula un aspecto algo vulgar (el original es el rey de Staten Island -un distrito de Nueva York-, pero claro, eso aquí como que queda muy distante). Una pandilla de perdedores que necesitan encontrar el verdadero valor de las cosas dentro de su particular mundo. Un semblante ciertamente estúpido, que esconde mucho más tras de sí.
Judd Apatow (‘Y de repente tú’, ‘Virgen a los 40’, ‘Lío embarazoso’), consigue disfrazar este inteligente drama bajo una gruesa capa de comedia accesible. Viene siendo bastante habitual en su filmografía. La finura de su trama choca de manera hasta brutal con la ordinariez o lo escatológico de algunas situaciones que plantea. Pero bajo esa peculiar cobertura se encuentra una singular traza que, precisamente por este incoherente contraste, consigue que esta obra se convierta en una muy interesante película.
Apatow, como director de agrias comedias, se alía con dos colaboradores del late show americano Saturday Night Live, Dave Sirus y Pete Davidson, en la producción y en el guion, puesto que la historia está íntimamente ligada con este último. Se basa en experiencias de su vida. De hecho está dedicada a su padre, Scott Davidson, en lo que sin duda es una aventura catalizadora como ha ido dejando su personal huella en dicho programa televisivo.
Este alter ego pseudo ficticio de Pete Davidson (‘Cómo deshacerte de tu jefe’), como Scott tiene un efecto purificador. Saca al personaje de su particular e indiferente purgatorio, hasta provocar la catarsis de brindarle la oportunidad, y vivir la vida sin dejarla pasar. Igual no debería ser muy complicado interpretar un rol tan similar a la realidad, pero el caso es que lo hace genial. Un buen tipo atiborrado de antidepresivos, algo alocado y más que colocado, con carencia de autoestima.
Su pandilla tampoco tiene desperdicio. Una peña de colegas a cada cual más colgado, hierba de todo tipo, sótano donde no pueden faltar sus juguetes favoritos, con su trapicheos, y videojuegos y pelis… Lo suficiente como para no salir al mundo exterior. Ricky Velez, Lou Wilson y Moises Arias (‘A dos metros de ti’, ‘Monos’), geniales los tres.
La chica es Bel Powley (‘White Boy Rick’, ‘Mary Shelley’), la otra parte de una relación informal, quien en su interior le está pidiendo a gritos “¡aclárate!”. Marisa Tomei (‘El luchador’, ‘Mi primo Vinnie’), -parece tener un mayor gancho en la gran pantalla tras su incursión como la tía May del nuevo Spidey- es la madre, una enfermera de urgencias, viuda y solitaria a su pesar, que hace lo que puede con un hijo así, y no le tiembla el pulso a la hora de quitarle “esa red de seguridad”. Es adorable, tierna, decidida, y firme. Tal vez ahí radique el sex-appeal de su madurez.
Podríamos perdernos en un increíble elenco de actores (Bill Burr, Steve Buscemi, Maude Apatow, se nota que han disfrutado de lo lindo), aportando sus grandes dosis de desenfado, pero con muy buen fondo… solo hay que llegar a él.
‘El rey del barrio’ tiene mil y una referencias de la cultura pop (citando por películas ‘El precio del poder’, ‘Juego de tronos’, ‘Creed’; e infinidad de grupos musicales…), y cuenta con una excelente compilación de canciones que conforman su banda sonora.
El argumento es redondo y siempre va a más con sus personajes. Recuerda un poco a Richard Linklater, aunque con un resultado más frenético y pasado de rosca.
Es una comedia ingeniosa “nada normal”. Fresca, divertida y repleta de sorpresas. “Nunca se sabe lo que va a pasar”, especialmente indicada para quienes pretendan disfrutar de un cambio involuntario mientras se desmorona el mundo… del protagonista. Para perdedores que necesitan de una auténtica oportunidad.
Lo mejor: la sorpresa en sí misma como comedia y como drama, y esa sensación que se tiene de que lo han pasado en grande haciéndola.
Lo peor: que se puede tardar unos minutos en conectar con el ajetreado argumento, pero una vez hecho surge un emocionante brillo desde su interior.