Cuando el famoso director de orquesta Eduard Sporck acepta el trabajo de crear una orquesta juvenil israelí-palestina, se ve rápidamente sumido en una tempestad de problemas sin solución. Habiendo crecido en un estado de guerra, represión y riesgo constante de ataques terroristas, los jóvenes músicos de ambos lados están lejos de ser capaces de formar un equipo. Alineados detrás de los dos mejores violinistas, la emancipada Layla (palestina) y el guapo Ron (israelí), forman dos grupos que desconfían profundamente unos de otros, tanto dentro como fuera del escenario.
Muchas son las consecuencias que provocan las ondas expansivas de cualquier guerra más allá del espacio y del tiempo. Pliegues de dolor que no subsanan nunca. Países divididos, invasiones absurdas, ansias de estar por encima de los demás. Y mucho rencor latente y permanente. El conflicto israelí-palestino es un claro ejemplo que perdura en la memoria de la humanidad desde los inicios del siglo pasado… y todavía continúa tanto tiempo después.
‘Crescendo’ es una sutil propuesta musical que ayuda a intentar comprender el momento actual de la juventud árabe y judía. A modo de una terapia conductista, pretende experimentar con una pequeña muestra a fin de solventar la ira, los odios y la tensión entre dos comunidades llamadas a convivir.
Inspirándose en el proyecto del célebre director de orquesta Daniel Barenboim y del filósofo Edward Said con la creación de la West-Eastern Divan Orchestra, Art Bernd y Alice Brauner (quien también produce la película), diseñaron la idea cuyo guión escribieron Johannes Rotter y Dror Zahavi, quien se puso a la batuta de la dirección. Nacido en Tel Aviv e instruido en el panorama audiovisual alemán, no es la primera vez que aborda el presente tema como ya demostró con ‘For my father’.
“El amor nos hace más fuertes, el odio nos debilita” es una de las principales enseñanzas que proclama ‘Crescendo’. Con cierto aroma shakespeariano, esta revisión del Romeo árabe y la Julieta judía se difumina para pasar algo más desapercibida entre la música que apacigua los recelos de sus protagonistas.
Peter Simonischek (‘Kursk’, ‘Toni Erdmann’), es el curtido maestro de orquesta que ha de extraer el mayor potencial de sus intérpretes para demostrar al mundo la posibilidad de entendimiento bajo una misma partitura. Un legado altruista en pos de lograr pulir la discordancia de culturas y crear una melodía única para la paz. A través de sus lecciones y consejos magistrales intenta asegurar la convivencia gracias a su naturalidad y cercanía, aleccionando a ser buen músico pero mejor persona.
Daniel Donskoy, Sabrina Amali, Mehdi Meskar, Eyan Pinkovitch, Bibiana Beglau son, entre otros, los jóvenes actores que conforman el coro y que tienen que aprender a trabajar juntos superando las diferencias. Algo extrapolable, sería el anhelado deseo, al resto de la comunidad. Todos ellos comparten el mismo denominador común que es haber salido del ámbito televisivo, tanto series como películas para este formato. Y gracias a esa experiencia dan muy bien para la gran pantalla. Unos, atormentados por compartir los ensayos de violín con las trifulcas callejeras, la amenaza constante del sonido de los tanques vigilantes, o la discusión en el paso fronterizo para asistir a una audición. Otros, por vivir con el miedo a que un terrorista se lleve por delante a la familia, o posean esas ingenuas esperanzas de salir del asedio gracias a la música.
‘Crescendo’ se nutre de técnicas más propias del psicoanálisis, de las dinámicas de grupo y de psicoterapias integrativas. Aporta su verdadero valor por este arte para el respeto, el aprendizaje y la convivencia. Saber escuchar para comunicarse con el instrumento y en la vida misma.
Tanto por su temática actualizada, por el valor del grupo en la consecución de la armonía, como por la interacción de sus personajes, hacen del presente título una muy interesante opción para disfrutar de un drama mientras se asiste a los ensayos de algunas piezas clásicas consideradas como obras maestras de la cultura universal.
Lo mejor: la idea, que duda cabe, y su acercamiento sobre todo al público joven para lograr un entendimiento mejor sobre un hecho distante pero muy real de dos culturas en permanente lucha.
Lo peor: su resolución un tanto apresurada.