Perdida en una isla misteriosa donde el envejecimiento y el tiempo se han detenido, Wendy debe luchar para salvar a su familia, su libertad y el espíritu alegre de la juventud del peligro mortal de crecer.
El maravilloso mundo de los cuentos es un espacio que debería estar no solo ubicado en ese desván de la fantasía de las mentes infantiles. A medida de que nos hacemos mayores, son mucho más gratos los momentos en los que compartimos conversaciones, historias o aventuras con quienes más queremos. Deberíamos liberar esa acotación o restricción narrativa para llegar a la imaginación de quienes nos han ayudado a crecer bajo su responsabilidad, transmitiendo sus propios valores de generación en generación. Así como los mayores regresan en algún momento a esa otra infancia, se hace necesario dedicarles más atenciones a modo de esperanza y cariño, y qué mejor manera de lograrlo que un precioso relato donde dejar volar sus anhelos más profundos.
En el segundo largometraje de Benh Zeitlin (‘Bestias del sur salvaje’), nos describe un hermoso cuento de fantasía directamente al corazón de los más mayores. Niños y naturaleza salvaje. Repite similares patrones y analogías con su anterior entrega. Cargada de poesía visual con encanto sureño protagonizada por una adaptación de los célebres personajes de James M. Barrie.
Benh Zeitlin junto a su hermana Eliza, escriben un guion de aromas de infancia en una cafetería junto a las vías de trenes de carga que continuamente desfilan hacia algún lado. Seducidos por la aventura y la imaginación, los tres jóvenes hermanos emprenden el mayor viaje de sus vidas, persiguiendo en sus correrías a Peter.
En esta mezcla equidistante entre “Peter Pan” y “El señor de las moscas”, su director ha contado con gran acierto con actores no profesionales que aportan creatividad e improvisación natural al argumento. Tal es el caso de Devin France, Yashua Mack, los gemelos Gage y Gavin Naquin, Krzysztof Meyn… y una pandilla de menudos intérpretes que a buen seguro han disfrutado de un excepcional rodaje ambientado en bellos parajes naturales.
‘Wendy’ pone el foco de atención en quienes aceptan la responsabilidad de crecer sin temor y disfrutando de todas las experiencias que van saliendo a nuestro encuentro día tras día. Los sueños cambian a cada instante, y la magia pervive a pesar de viajar en un tren sin paradas, o no querer abandonar la isla de la fantasía.
Pero sobre todo transmite un potente mensaje de reflexión para cuantos ya han olvidado ese lejano lugar en la vida, repleta de decisiones y sacrificios, para acabar anclados en la rutina y en la maldición de crecer.
Un precioso mensaje que late a través de sus fotogramas y que nos invita a recordar en todo momento que el yo de ayer también forma parte de nuestro presente.
Lo mejor: la frescura de la narración y el giro de sus conocidos personajes hacia otra historia tan cercana como a la vez distante.
Lo peor: que nadie se distraiga pensando que se trata de un relato juvenil, sino más bien todo lo contrario, una película para hacer recordar al público mayor sus deseos y anhelos de toda una vida.