Bond ha dejado el servicio secreto y está disfrutando de una vida tranquila en Jamaica. Pero su calma no va a durar mucho tiempo. Su amigo de la CIA, Felix Leiter, aparece para pedirle ayuda. La misión de rescatar a un científico secuestrado resulta ser mucho más arriesgada de lo esperado, y lleva a Bond tras la pista de un misterioso villano armado con una nueva y peligrosa tecnología.
Desde que Daniel Craig asumiera el papel del agente más famoso de la historia, la saga de James Bond ha cumplido la regla impar-par: película impar, buena; película par, no.
La despedida de Craig como 007 se sitúa a la altura de ‘Casino Royale’ y a ratos ‘Skyfall (la joya de la corona de la pentalogía)’, superando con creces las vistosas pero mediocres ‘Quantum of Solace’ y, sobre todo, ‘Spectre’, con la que comparte parte de la trama pero, por fortuna, poco más.
‘Sin tiempo para morir’ homenajea al Bond más clásico pero también, actualiza la inagotable franquicia para el futuro aprovechando la que, sin duda, es la mejor interpretación de Craig como doble cero hasta la fecha, dotando al letal agente de alma, corazón y vida, y cerrando con estilo y maestría el ciclo de desventuras, anhelos y redención que se abrió con ‘Casino Royale’.
El director Cary Joji Fukunaga demuestra aquí un conocimiento pleno de la franquicia, entregando las dosis suficientes de fan service, acción desenfrenada y estilazo cien por cien british, sin descuidar el meollo de la cuestión: darle a Bond, y a Craig, el apoteósico final que se merecen.
En este tremendo fin de fiesta, son muchísimos los aciertos: los habituales guionistas Neal Purvis y Robert Wade reciben aquí la necesaria ayuda de Phoebe Waller-Bridge, cuya presencia se nota en las líneas de diálogo más desenfadadas, humanas, inteligentes, divertidas y puntillosas del filme.
Se agradece (sobre todo tras tantas controversias estúpidas) la presencia de Lashana Lynch como la nueva 007, con un personaje tan chulo como el propio James Bond, que se complementa a la perfección con él y nos regala unos cuantos momentazos reivindicables, aderezados por el divertido, aunque irrelevante para toda la publicidad recibida, cameo de Ana de Armas.
No obstante, es Léa Seydoux quien se lleva todos los honores, con una presencia imponente y magnética que ocupa toda la pantalla.
Actriz y personaje están aquí pletóricos de energía, fuerza, inteligencia, belleza y humanidad, dando pleno sentido al acto final y el destino de Bond y convirtiéndose, junto a la Vesper Lynd de Eva Green, en las mejores compañeras e iguales de la encarnación de Craig, y seguramente de todo el elenco femenino en la historia de la franquicia (con permiso de Grace Jones y Michelle Yeoh).
También, por fin podemos disfrutar de un excelente momento actoral de icónica presentación en el cara a cara de Bond (Craig), con Ernst Stavro Blofeld (Christoph Waltz), que vale mucho más que toda la historia del descafeinado villano de esta entrega (a la altura de los peores), interpretado por un Rami Malek desganado, aún con su discutido Oscar bajo el brazo y mucho, pero mucho, por demostrar.
‘Sin tiempo para morir’ tiene todo lo que el mejor Bond puede tener cuando abraza los fuegos artificiales y la montaña rusa. Pero también, y esto es lo más importante, tiene la capacidad de insuflar nuevos aires a la franquicia, cerrar el glorioso paso de Craig resolviendo casi todos los errores de las entregas pares, y darle un peso dramático que hace que este viaje, aún, valga la pena.
Que aprendan, entre otros, los Torettos y demás sucedáneos que nos llegan para demolerlo todo, mientras nos venden una humanidad más falsa que un coche espacial tuneado.
Lo mejor: el ciclo de Daniel Craig se cierra a lo grande.
Lo peor: el olvidable trabajo de Rami Malek como Lyutsifer Safin, y la presencia anunciada a bombo y platillo de Ana de Armas, que se queda en un simple cameo. Vale la pena, sí, pero es un ‘timo’ publicitario en toda regla.