Por primera vez en la historia cinematográfica de Spider-Man, nuestro héroe, vecino y amigo es desenmascarado y, por tanto, ya no es capaz de separar su vida normal de los enormes riesgos que conlleva ser un superhéroe. Cuando pide ayuda a Doctor Strange, los riesgos pasan a ser aún más peligrosos, obligándole a descubrir lo que realmente significa ser Spider-Man.
Seguro que todos conocemos a esa entrañable amistad a quien le encanta el cine, que le divierte y disfruta con pasión, y a la que no le gusta nada, pero que nada, que le destripen la película. Incluso se pone en bucle en los auriculares del móvil la fanfarria de la famosa apertura de Marvel que luce al final de la banda sonora de ‘Thor: Un mundo oscuro’, cuando acude a un estreno de esta casa, mientras espera pacientemente a la cola para entrar y no poder escuchar palabra alguna de quienes salen de verla.
Para quienes no les gusta que les machaquen las sorpresas, en férrea enemistad de esos egocéntricos personajes que pululan por redes sociales y demás vericuetos digitales hablando de lo suyo y en busca de especular con lo que sí y con lo que no, como si de su propio negocio se tratase en sus vidas, siempre queda la esperanza de no leer, escuchar, ver o asimilar nada que tenga que ver con el tema. Pero claro, hay quien goza de vender chismes a precio de información para intentar desvelar qué va a suceder en el próximo taquillazo de la compañía.
Sony Pictures, propietaria de los derechos cinematográficos de este sorprendente héroe de las viñetas marvelitas, pretende hacer cánon propio del personaje y sus adláteres. Jon Watts, el director de estas tres últimas entregas del joven héroe arácnido en solitario, equipara este universo al de la eclosión final de ‘Vengadores: Endgame’. Pero claro, la primera opción tardó en gestarse más de 10 años, cuando esta segunda se ha hecho a modo de retales como si de una manta “patchwork” se tratase. El resultado de ‘Spider-Man: No Way Homa’ no puede ser más espectacular… pero no, no es lo mismo.
Fluye el drama, la acción, el humor y el desfile de personajes del universo Spider-Man (no hay que preocuparse, aún quedan muchos más por expandir), con mucho estilo y más técnica que nunca hemos visto para este personaje que viste y calza a la perfección el carismático Tom Holland.
Chris McKenna y Erik Sommers escriben un guión redondo, homenajeando sin remilgos al mejor Stan Lee y Steve Ditko de las viñetas. Dejan muy claros a quien pertenecen los derechos, sin camino de regreso a la casa de las ideas salvo por mutua colaboración, como es el caso de obtener en préstamo al Dr. Strange, encarnado por Benedict Cumberbatch como antesala de su próxima película.
Y el merchandising o el ruido, como se quiera llamar, al intentar desvelar los secretos que encierra esta producción. No hay más que mirar el cartel oficial para desvelar la trama que “esconde” (sí, y entrecomillas) detrás.
Convertir los spoilers en secretos a voces ha logrado que reste puntos a esta nueva aventura del súper vecino y amigo. Algo que le ha quitado gran parte de su asombro. No del todo. Una verdadera lástima. Pero también hay otra reciente cinta de animación y de la que esperamos con ansias su continuidad, que influye poderosamente en la menor originalidad a la hora de presentar este maremágnun de personajes y eventos. En cualquier caso, este ‘Spider-Man: No Way Home’, te atrapa, te encandila y se disfruta con grandiosidad.
Lo mejor: Tom Holland, la riqueza visual, la espectacularidad de sus secuencias y que todo funcione y ensamble a las mil maravillas.
Lo peor: las ganas de unos muchos por destripar las películas desde tiempo atrás a sus estrenos en esa difusa línea que separa entre ser bocazas y la mercadotecnia en sí misma.