Sam Cleary (Javon «Wanna» Walton), un joven de 13 años, sospecha que su misterioso y solitario vecino, el Sr. Smith (Sylvester Stallone), es en realidad un personaje legendario que se esconde a plena vista. Hace 20 años, el vigilante superpoderoso de Granite City, Samaritan, fue declarado muerto tras una batalla en un almacén con su rival, Némesis. La gente cree que Samaritan falleció en el incendio, pero algunos ciudadanos como Sam tienen la esperanza de que siga vivo. Con la delincuencia en aumento y la ciudad al borde del caos, Sam se propone sacar a su vecino de su escondite para salvar la ciudad de la ruina.
Más allá de Marvel y DC hay vida en el género superheroico.
Cada vez son más las propuestas distintas, que se salen de la habitual lucha entre las dos Majors por el favor de la crítica y, sobre todo, la taquilla.
En la línea sucia de otros shows de actualidad como ‘The Boys’ (pero sin los excesos de éste), nos llega ‘Samaritan’, una película carente de alardes, muy básica, pero centrada en la loable tarea de contarnos una historia anclada a la ‘realidad’ cotidiana, sin desvíos ni minutos de relleno.
El mayor aliciente de la película de Julius Avery (‘Son of a Gun’) es la relación que se establece entre el joven Sam Cleary (Javon Walton, al que hemos visto brillar, sobre todo, en la serie ‘Euphoria’), un chaval que intenta sobrevivir a la infancia en una zona especialmente peligrosa de una ciudad en ruinas, y el Sr. Smith, un ‘anciano’ hastiado, que se dedica a arreglar objetos tan rotos como él, y pasa desapercibido rehuyendo el conflicto.
Pero, como todo héroe que Sylvester Stallone lleva cultivando, y perfeccionando, con los años, el Sr. Smith pronto se revelará como un superhéroe desaparecido, dispuesto a defender a los que quiere, su ciudad, y tratar de encontrar un camino de redención.
Pese a su ineludible condición de Serie B, algunos errores de montaje y (no nos engañemos), el hecho de no inventar nada nuevo, ‘Samaritan’ exhibe capacidad y el músculo suficiente para que nos olvidemos del reloj, aprovechando el carisma (y olfato para moverse, década tras década, en la Industria) de Stallone, su corta duración, la atmósfera agobiante recreada gracias a la fotografía de David Ungaro, las set pieces de acción, cortas pero contundentes, y los continuos guiños a otras sagas y películas que ya son historia del Séptimo Arte (con Robocop y Rocky, a la cabeza).
Los seguidores del ya mítico actor estarán de enhorabuena. Los que quieran pasar un buen rato y disfrutar de un entretenimiento tan básico como digno, también.
Lo mejor: el inagotable carisma de un Stallone con olfato de sabueso, los créditos iniciales y el acto final.
Lo peor: es muy simple, con todas las ventajas, e inconvenientes, que conlleva.
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