Típica escena de Hollywood: Nuestros protagonistas entran por un minúsculo recoveco para robar un objeto preciado de valor incalculable. Curiosamente tienen planos del edificio. Pero, por supuesto, hay cámaras de seguridad, chuchos con agentes de seguridad, rayos láser… ahí entra en juego el informático. Casi siempre interpretado por un actor con un ‘curioso’ sentido del humor y casi siempre menospreciado. Sin él, nuestros protagonistas jamás podrían pasar a la siguiente fase del plan.
Ahí está sino como ejemplo Emilio Estévez en MISSION IMPOSSIBLE. A Tom Cruise me lo ponen bien guapo de esmoquin, pero el pobre no sólo tiene que entrar por el hueco del ascensor y conectar desde ahí al ordenador… ¡es que encima sufre una de las muertes más impactantes que se hayan visto! (en una genial secuencia del maestro De Palma.
La culpa siempre va para el informático. Recuerden a Martin Crewes en RESIDENT EVIL. El pobre cumple con su misión de desestabilizar la computadora central, pero a la hora de la verdad le echan la culpa por que aparezcan zombis sedientos de sangre. ¡No hay justicia!
Stanley Jonson, Hugh Jackman en OPERACIÓN SWORDFISH, para mantener la custodia de su hija se veía obligado a volver a hackear ordenadores. Para más colmo, en una escena de la película debía conseguir un código, mientras uno de los secuaces del malo maloso le apuntaba con un arma con la cual le dispararía si no lo conseguía realizar en menos de un minuto.
Los informáticos y químicos solo se libran de una cosa: tener un trauma que les haya conmocionado de por vida. Esto último es más característico de policías y bomberos, encargados de resolver el caso en las últimas veinticuatro horas. Y es que solo les hubiera faltado eso a los pobrecillos.
¿Y qué me dicen del químico del grupo?, ¿hay otro personaje del celuloide que después de haber cortado la coca para el supervillano de turno, no muera siempre? Suelen ser inadaptados sociales e incomprendidos por un jefe corrompido hasta la médula, basta con ver las pintas que tenía Peter Stormare en EL ESMOQUIN. No son muy inteligentes en otros campos que no sean los derivados del tratamiento de moléculas víricas.
Pocas veces hemos visto a un químico triunfador. Si acaso en LA ROCA, Nicolas Cage daba vida al estresado Stanley Goodspeed, que era un agente del FBI del departamento de químicas. Este pobre hombre tendría que desactivar dieciseis cohetes, dotados de un virus letal, que amenazaban con borrar la costa de San Francisco. Su frase: “Me encanta trabajar bajo presión” ha pasado a los anales de la historia. Al menos se llevaba a la chica, que ya es algo.
Además, piensen en el consumado riesgo que tiene, cinematográficamente hablando, la profesión, puesto que si la bomba nuclear de turno estalla, sería el responsable de millones de vidas. Y si la radiación o lo que sea solo te afecta a ti, morirás como un héroe o te tendrás que inyectar algo tremendamente doloroso en el corazón. ¡No falla en ninguna película!
Así que la próxima vez que vean a un químico o un informático en pantalla piensen en lo que aquí se ha expuesto.