Relato sobre la incesante carrera de Bonaparte hasta llegar al poder, a través del prisma de la adictiva y volátil relación con Josefina, la que fue su único amor verdadero, presentando sus visionarias tácticas políticas y militares gracias a algunas de las batallas más dinámicas recreadas.
El mismo Ridley Scott se muestra contrario a que las películas sean un tratado de historia. Proclama no tener que ajustarse a una realidad histórica sino más bien a una realidad cinematográfica. Ya le supuso similares comentarios en su anterior ‘Gladiator’, y ahora con ‘Napoleón’, a fuerza de pasar muy de puntillas sobre algunos hechos y omitir otras tantas circunstancias, le sirve como excusa para olvidarse de momentos importantes como la invasión y la posterior Guerra de la Independencia en nuestro país. Francia, desde el sentimiento de poseer el copyright sobre su ilustre emperador como de que los turistas saquen fotos a su Torre Eiffel, critica esta última versión para la gran pantalla. Está en la naturaleza humana ver con ojos de desconfianza cuando un extranjero se postula para sacar partido de una gloria patria. Y más si durante toda la película habla en inglés hasta con sus compatriotas galos. Es decir, la antítesis de ‘El oficial y el espía’, por ejemplo.
Obviando las pocas simpatías que el caudillo sembró en nuestras tierras y en nuestros libros de historia, la película de sir Ridley Scott es impresionante por sus logradas interpretaciones, su puesta en escena incluyendo vestuario, y la producción de la misma en localidades de Inglaterra y Malta.
Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby, en los roles de Napoleón y Josefina. Perfectos para lo que les pide el guion. Aunque nada que no hayan demostrado anteriormente, como en ‘Joker’, ‘Her’ o en el mismo ‘Gladiator’ él. Ella en las últimas entregas de ‘Misión: Imposible’, o en ‘Fragmentos de una mujer’.
El problema está en el guión, o mejor dicho en los cortes que le han pegado al libreto firmado por David Scarpa (quien ya colaboró con el director en una magnífica ‘Todo el dinero del mundo’, y lo volverá a hacer para su próximo ‘Gladiator 2’). Tal vez por aligerar la versión cinematográfica frente al famoso director’s cut que pueda ver la posible luz en su estreno en plataforma, ya que Apple anda detrás en su producción. Otra explicación no se le supone.
La puesta en escena es sencillamente épica. Ridley Scott lo hace muy bien. Sabe ponernos en el epicentro de las batallas con maestría y llevarnos a épocas remotas de modo muy convincente como ya ha hecho en su filmografía ‘El último duelo’, ‘Los duelistas’, o incluso ‘1492; La conquista del paraíso’. Por no hablar de las de ciencia ficción, como ‘Blade Runner’, ‘Marte’ o incluso ‘Alien, el octavo pasajero’.
Y por último, el vestuario de David Crossman (experimentado con ‘1917’) y Janty Yates (colaboradora habitual del director), recreando hasta el mínimo detalle. Es estupendo.
El carácter del personaje histórico hace ceñir la biografía completa desde la ejecución de María Antonieta hasta sus últimos días de destierro en la isla de Santa Elena. No comparte muchas filigranas heróicas en la narrativa de la película.
Sin duda, el ‘Napoleón’ de Scott tiene un lugar privilegiado entre la obra de Abel Gance y el semblante de Marlon Brando. Depende del espectador la cercanía más hacia un lado o el otro. Como producto cinematográfico y por los mencionados valores artísticos, merece la pena vivirla en pantalla grande.
Lo mejor: lo citado y además un agraciado hiperrealismo bélico.
Lo peor: sin llegar a lo escatológico ni al puritanismo desmedido, algunas escenas de cama resultan algo incómodas para una producción de tal calibre. Y los saltos o lagunas de narración que va vertiendo como un reguero a lo largo del metraje.