Desde su nacimiento, Mavis vive en el lujoso hotel Transylvania, que fue creado para proteger a los monstruos de la amenaza de los seres humanos. Cuando Mavis está a punto de cumplir la mayoría de edad (118 años), su padre, el conde Drácula, le prepara una fiesta a la que acuden los mejores amigos de la familia: desde Frankenstein al Hombre Invisible pasando por el Hombre Lobo o la Momia; pero también asiste a la celebración un chico humano que se enamora de Mavis.
Hay veces que uno piensa si, realmente, los realizadores o los productores ven acabadas sus películas al menos una vez enteras antes de estrenarlas. El caso de ‘Hotel Transylvania’ podríamos enmarcarlo en el de «tenemos una idea buenísima para una película de animación, pero no sabemos acabarla», «da igual, ya se nos ocurrirá algo». Y así ha pasado.
El caso es que ver a los monstruos consagrados de la Hammer acudir como locos a un hotel creado por Drácula con sus bromas y su colegueo tiene su gracia, sí señor. Todo narrado con un ritmo frenético, como si la acumulación de chistes les diese puntos a favor y con las consabidas bromas para que los mayores no se queden dormidos. Y todo se lleva bastante bien, hasta que toca resolver el entuerto.
Y es en los últimos quince minutos de película donde reside el mayor fallo del film. Todo cogido con pinzas, no digo que tenga que tener un final memorable, pero el escogido en particular tiene la virtud de no aportar nada a la trama, resolverlo de un plumazo y además dejar sabor agridulce al conjunto.
Es una lástima. Lo que le precede no es para tirar cohetes pero se hacía amena. El final la hunde.
Lo Mejor: El buen rollo inicial.
Lo Peor: El final.