Ambientada en el mundo de la psicofarmacología, ciencia que estudia cómo afectan las drogas a la mente humana conocemos a Emily es una joven que se vuelve adicta a un nuevo medicamento que le receta su psiquiatra, que se la proporciona para poder manejar su ansiedad por la inminente liberación de la cárcel de su esposo Martin.
No me llamaba mucho la atención lo nuevo del pluriempleado Steven Soderbergh, pero la insistencia de un amigo en que fuese a verla (con el que suelo tener bastante afinidad) me hizo aparecer en la sala de cine para descubrir que la afinidad con mi colega no lo es tanto… o mi colega no ve tantas pelis como yo. Me explico.
El punto de partida es bastante interesante y de total actualidad gracias al programa «Salvados» de Jordi Évole sobre los medicamentos, los visitadores médicos y toda esa parafernalia del mundo de la medicina que era semidesconocida para mí (‘El Jardinero Fiel’ fue un film mucho más revelador en ese sentido). Pero lo que son las cosas, al señor Soderbergh esa no es la película que parece interesarle contar. O quizás, pasa demasiado de puntillas por ella, como si el aspecto guerrillero lo hubiese perdido con el tiempo y ahora solo le interesa hacer películas como churros (con mayor o menor acierto). La historia que le interesa contar es mucho más mundana y vista. Es la típica historia con giros finales que busca sorpresa, pero por enrevesada que sea se termina oliendo a un kilómetro de distancia.
Y sería de mayor agrado que Soderbergh se dignara a filmarlo todo de una manera más cercana. En ningún momento conectas con los personajes y ves la historia pasar para al final decir eso de «pues bueno, bien». Pero Soderbergh sabe hacer las cosas mucho mejor.
Lo Mejor: el desconcierto inicial.
Lo Peor: desaprovechar un elenco con buena pinta.