Tras cruzar con éxito las Montañas Nubladas, el hobbit Bilbo Bolsón y la comitiva de los enanos, comandada por Thorin Escudo de Roble, marcha hacia Erebor para recuperar su reino y derrotar al malvado dragón Smaug, que custodia el tesoro bajo la montaña. Sin embargo, antes deben de atravesar el Bosque Negro, lleno de peligrosas criaturas y en el que viven los elfos silvanos del rey Thranduil. Mientras tanto, Gandalf sigue la pista del Nigromante, ya que el enemigo de la Tierra Media ha vuelto.
Primero, lo obvio: ‘El Hobbit’, en su vertiente literaria, es una obra demasiado pequeña como para sustentar una Trilogía. Además, se sostiene bajo cimientos de menor calado dramático que ‘El señor de los anillos’.
Por tanto, a nadie debería extrañarle que Peter Jackson opte por contarnos su versión de la obra de Tolkien, quinto regreso a una Tierra Media que lleva el sello de fábrica del neozelandés , cuyos paisajes, estilo y sensaciones quedarán grabados para siempre en nuestro imaginario fantástico.
Porque el público sigue ávido de aventuras de las de verdad, que perduran más allá de las mastodónticas set pieces de turno, arropadas por el carisma de los personajes y la riqueza de un paisaje lleno de matices.
Para bien o para mal, ‘El Hobbit: La desolación de Smaug’ es una adaptación al cien por cien, que coge lo que necesita de la obra madre y, lo que falta, lo suple con un Director enchufado, obsesionado con la perfección y siempre fiel a sus principios.
La película de Peter Jackson se aleja de la primera entrega y pone todo lo necesario para cimentar la trama de ‘El señor de los anillos’ cinematográfico, añadiendo muchos más ingredientes a las aventuras de Bilbo Bolsón, Gandalf y los enanos, en pos de reconquistar el Reino de Erebor y matar al codicioso dragón Smaug.
Si para hacer avanzar la trama, Jackson necesita que vuelva Legolas, allí estará; si necesita sacarse personajes nuevos de la manga (Tauriel, el Gobernador de la Ciudad del Lago, Azog El Profanador…), también lo hará, sin dudarlo.
Y si, también, necesita que visitemos los lugares comunes de la Tierra Media (excelente el prólogo en ‘El Pony Pisador’ de Bree y la trama del ‘Nigromante’), y sus espeluznantes peligros, pues lo haremos, imbuidos del espíritu aventurero que hacen de la Saga de Jackson la piedra angular e inimitable del género fantástico del siglo XXI.
Cierto es que los excesos del Director siguen ahí, y la cámara jamás está quieta. Pero gracias a ello podemos disfrutar de desbocados y divertidos pasajes como el de los barriles, o la excelente y épica escaramuza en los subterráneos de Erebor, donde por primera vez contemplamos la majestuosidad digital de Smaug, otro de esos personajes que (como Gollum) inunda la pantalla gracias a los apabullantes efectos visuales, la partitura de Howard Shore y la afectada voz del talentoso Benedict Cumberbatch.
La montaña rusa está servida y, al final, Jackson se las arregla para agrandar la leyenda de Tolkien y dejarnos con la miel en los labios, deseosos de conocer el desenlace de la Trilogía.
Otro (largo) año más de espera.
Lo mejor: Jackson hace suyo a Tolkien y agranda su legado.
Lo peor: en algunas ocasiones, se notan síntomas de cansancio en la fórmula.