Flint ha conseguido su gran sueño: ser reconocido como un gran científico tras crear la ingeniosa máquina que generaba comida, en forma de albóndigas, llovidas del cielo. Ahora le ha contratado una empresa para viajar a una isla misteriosa, donde han aparecido unas criaturas muy extrañas. Pronto descubrirá que su insigne creación ha tenido otro efecto colateral. Los restos de alimentos caídos en ese lugar han mutado y se han transformado en unas peligrosas especies, a las que habrá de detener.
Primero, lo evidente: la secuela de ‘Lluvia de albóndigas’, tiene un Libreto que se sostiene con pinzas, aunque es muy probable que se haya hecho así de forma intencionada, puesto al servicio del inapelable talento de los animadores de la cinta.
Sony Pictures Animation sorprendió a propios y extraños con la entrañable gamberrada que fue ‘Lluvia de albóndigas’: una película refrescante, irreverente , provista de una animación colorista y un magnífico diseño de producción.
Pues bien, en la segunda entrega se maximizan las mejores cartas de la primera, alcanzando cotas de virtuosismo animado poco vistas hasta la fecha y presumiendo, también, de imaginación a raudales.
‘Lluvia de albóndigas 2’, sigue siendo divertida y su ritmo, si cabe, se endiabla hasta el infinito.
Las aventuras de Flint en esta selva de comida artificial no conocen el pedal de freno, plagadas de momentos para el recuerdo donde, además, hay sitio para sutiles tirones de orejas a las grandes compañías, el ecologismo de foto y pancarta y todo lo que se ponga por delante para alimentar los generosos (y atinados) gags.
Haciendo del slapstick un arte, la película de Cody Cameron y Kris Pearn mantiene el nivel de la primera entrega, superando la frescura perdida y la ya mencionada vacuidad del Libreto con ingentes dosis de ingenio, una producción espectacular y un sinnúmero de personajes que te llevarías a casa convertidos en peluches.
Felizmente pasada de rosca, alucinógena, lunática, surrealista… un viaje ideal para acompañar las fiestas navideñas y, esperemos, el segundo peldaño de una escalera muy larga donde podamos subir y subir al ritmo de futuras alocadas aventuras del científico más brillante y loco de la animación contemporánea.
No se la pierdan. Este bocado… es delicioso.
Lo mejor: la imaginación visual, impresionante.
Lo peor: la consistencia del guión pasa a un segundo plano.