El estreno de ‘El topo (Tinker, taylor, soldier, spy)’ en 2011 supuso un soplo de aire fresco para el manoseado género del cine de espías. De la mano del realizador sueco Tomas Alfredson, Gary Oldman encarnó al espía del MI6 George Smiley, el héroe de una serie de novelas firmadas por John Le Carré. Con el éxito del film, muchos de los fans suplicaron a los responsables una continuación basada en el resto de las aventuras de Smiley. Y no eran los únicos, el propio Alfredson reconoció que «el equipo entero quiere formar parte de la siguiente historia».
Por lo tanto, el proyecto sigue vivo aunque sea de forma latente. El director admitió que, antes de afrontar la próxima película, es necesario que los principales protagonistas envejezcan un poco. En la misma línea se manifestó Gary Oldman, que aseguró que podría tratarse de un «descanso de 5 o incluso 10 años, los que transcurren entre el libro central y el final de la saga literaria». No obstante, Oldman reiteró que «ama» y «echa de menos» al personaje y que sabe que Le Carré está «ansioso por adaptar ‘La gente de Smiley'», el último libro de la saga.
‘La gente de Smiley’ nos presenta a nuestro espía, que es llamado una vez más a volver de su retiro para investigar la muerte de uno de sus antiguos agentes, un ex-general soviético a la cabeza de una organización de inmigrantes estonios en Londres. Smiley averigua que el general había descubierto información que llevaría a una confrontación directa con su némesis, el jefe del espionaje soviético Karla. La adaptación a la pantalla requiriría la vuelta de los personajes encarnados en el film anterior por Benedict Cumberbatch, David Dencik y Kathy Burke.
‘El topo’, con un un presupuesto «modesto» de 21 millones de dólares, logró una recaudación superior a los 80, la mayoría de los cuales se recaudaron fuera de Estados Unidos.