Peter Parker compagina con dificultades su vida de estudiante en el instituto y la de superhéroe en las calles de Nueva York, combatiendo el crimen. Los problemas con su novia Gwen Stacy parecen ya superados pero la aparición en escena de un villano, Electro, capaz de generar, almacenar y manipular a su antojo la electricidad, va a suponer uno de los mayores retos a los que se haya enfrentado jamás el hombre araña. Además, otros malvados como Rhino y el Duende Verde se cruzarán en su camino.
Tras los irregulares resultados de ‘Spider-Man 3’, donde Sam Raimi fue víctima de las decisiones de un gran estudio, nadie pensaba que Marvel intentaría, aún con el cadáver vivo, reiniciar la franquicia.
Pero así lo hizo y ‘The Amazing Spider-Man’, sin ser nada del otro mundo, al menos nos hizo olvidar los sinsabores de la tercera entrega de Raimi y, también, puso de manifiesto que Marc Webb sabe dirigir actores y dotar a sus películas de cierto calado dramático.
La segunda (o quinta, según se mire) entrega del Trepamuros adolece del abecedario de errores que Marvel, salvo en contadas ocasiones, lleva cometiendo desde que la taquilla le dio carta blanca para hacer lo que quisiera: más de lo mismo, una y otra vez, con el maquillaje suficiente como para que algún cerebro pensante que no esté hasta arriba del azúcar de su refresco note la jugada.
El hecho de poner doses o treses en sus películas no significa que estemos ante un nuevo producto, y en la mayoría de las ocasiones simplemente nos derriten las retinas con nuevas formas de rizar el rizo, mientras el crecimiento dramático de los personajes brilla por su ausencia.
Y aquí (como lo fue en la anterior entrega) es donde el retorno de Spidey y el timo de la estampita de Marvel tiene cierta justificación. Sin ponernos en plan Nolan, ‘The Amazing Spider-Man 2: el poder de Electro’ desarrolla los personajes principales, mientras va entretejiendo una trama fácil de seguir, pero que al menos existe y permite que Peter y Gwen evolucionen, sin perder de vista los modos más coloristas de acabar con el enemigo de turno.
Andrew Garfield y Emma Stone derrochan química, imbuidos del espíritu fiestero del hombre araña y totalmente entregados al espectáculo. Cierto es que la cinta resulta excesiva y (como tantas otras películas de la factoría) es demasiado larga, abusando de la paciencia del espectador, el derroche de humor a veces poco acertado y, cómo no, el empacho de efectos digitales… no siempre tan buenos como cabría esperar de un Blockbuster.
Pero, de nuevo, la taquilla ha recibido a su amigo y vecino con los brazos abiertos. La gallina de los huevos de oro ahora lanza redes, viste raro y trepa por los tejados de Nueva York.
O sea que, nos guste o no… tendremos mallas para rato.
Lo mejor: los personajes evolucionan.
Lo peor: el estomagante empacho digital.