Grace es una joven que trabaja como supervisora en Short Term 12, un centro de acogida para adolescentes en situación de vulnerabilidad. Le encanta su empleo y vive entregada al cuidado de los chicos. Pero, al mismo tiempo, pesa sobre ella un pasado conflictivo que la llena de angustia. A raíz del ingreso en el centro una chica inteligente e inquieta, se da cuenta de que no puede seguir eludiendo los problemas que arrastra desde la infancia.
Dentro del aluvión de superproducciones veraniegas, da gusto dejar de lado la pirotecnia y paladear un drama pequeño y maravilloso como ‘Las vidas de Grace’, producción multipremiada en diversos festivales.
La película, escrita y dirigida por Destin Daniel Cretton, se aleja de otras cintas de género centradas en las vidas truncadas y la superación de obstáculos, que recurren muy a menudo al sentimentalismo fácil persiguiendo el favor del público y la crítica adictas al Oscar (‘Precious’ o ‘Mentes peligrosas’, por poner dos ejemplos).
Desde la primera escena (con los estupendos Brie Larson y John Gallagher Jr, dos actores como la copa de un pino que desnudan sus emociones) sentimos que ésta será una historia que nos llegará al alma.
Y vaya si llega. El trabajo de Grace y sus compañeros en el centro de acogida, los problemas que van resolviendo en una rutina que puede definir el destino de los jóvenes que cuidan, vertebra un mapa de sentimientos y humanidad desbordantes.
La vida, con toda su confusión (lo bueno, lo malo y lo que hace que valga la pena vivirla) llena cada minuto de metraje.
Es imposible no implicarse, no conectar y empatizar con las vicisitudes de estos personajes descarnados y poliédricos, siempre en el filo de la navaja, moviéndose entre la turbulenta superficie y un fondo oscuro y profundo.
‘Las vidas de Grace’ es una celebración cinematográfica de todo aquello que nos define. Escrita con mimo, ejecutada con pasión e interpretada con maestría.
Una película que no solo contentará a cualquier amante del buen cine, sino que removerá nuestras conciencias y sentimientos, haciendo que derramemos alguna lágrima de felicidad… y tristeza.
Imprescindible.
Lo mejor: la pareja protagonista.
Lo peor: que no tengamos más films así en cartelera.